30 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: PR 415-416

Capítulo 46—“Los profetas de Dios que les ayudaban”

Cerca de los israelitas que se habían dedicado a la tarea de reedificar el templo, moraban los samaritanos, raza mixta que provenía de los casamientos entre los colonos paganos oriundos de las provincias de Asiria y el residuo de las diez tribus que había quedado en Samaria y Galilea. En años ulteriores los samaritanos aseveraron que adoraban al verdadero Dios; pero en su corazón y en la práctica eran idólatras. Sostenían, es cierto, que sus ídolos no tenían otro objeto que recordarles al Dios vivo, Gobernante del universo; pero el pueblo era propenso a reverenciar imágenes talladas.

Durante la época de la restauración, estos samaritanos se dieron a conocer como “enemigos de Judá y de Benjamín.” Oyendo “que los venidos de la cautividad edificaban el templo de Jehová Dios de Israel, llegáronse a Zorobabel, y a los cabezas de los padres,” y expresaron el deseo de participar con ellos en esa construcción. Propusieron: “Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscaremos a vuestro Dios, y a él sacrificamos desde los días de Esarhaddón rey de Asiria, que nos hizo subir aquí.” Pero lo que solicitaban, les fué negado. “No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios—declararon los dirigentes israelitas,—sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey Ciro, rey de Persia.” Esdras 4:1-3.

Eran tan sólo un residuo los que habían decidido regresar de Babilonia; y ahora al emprender una obra que aparentemente superaba sus fuerzas, sus vecinos más cercanos vinieron a ofrecerles ayuda. Los samaritanos se refirieron a la adoración que tributaban al Dios verdadero, y expresaron el deseo de participar en los privilegios y bendiciones relacionados con el servicio del templo. Declararon: “Como vosotros buscaremos a vuestro Dios.” “Edificaremos con vosotros.” Sin embargo, si los caudillos judíos hubiesen aceptado este ofrecimiento de ayuda, habrían abierto la puerta a la idolatría. Supieron discernir la falta de sinceridad de los samaritanos.  Comprendieron que la ayuda obtenida por una alianza con aquellos hombres sería insignificante, comparada con la bendición que podían esperar si seguían las claras órdenes de Jehová.

Acerca de la relación que Israel debía sostener con los pueblos circundantes, el Señor había declarado por Moisés: “No harás con ellos alianza, ni las tomarás a merced. Y no emparentarás con ellos: … porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses aje- nos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá presto.” “Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo singular de entre todos los pueblos que están sobre la haz de la tierra.” Deuteronomio 7:2-4; 14:2.

Fué claramente predicho el resultado que tendría el hacer pactos con las naciones circundantes. Moisés había declarado: “Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde el un cabo de la tierra hasta el otro cabo de ella; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra. Y ni aun entre las mismas gentes descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; que allí te dará Jehová corazón temeroso, y caimiento de ojos, y tristeza de alma: y tendrás tu vida como colgada delante de ti, y estarás temeroso de noche y de día, y no confiarás de tu vida. Por la mañana dirás: ¡Quién diera fuese la tarde! y a la tarde dirás: ¡Quién diera fuese la mañana! por el miedo de tu corazón con que estarás amedrentado, y por lo que verán tus ojos.” Pero la promesa había sido: “Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.” Deuteronomio 28:64-67; 4:29.

29 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: Hag.1-2; Zac 1-2

Hageo 1 Primer oráculo: Exhortación a reedificar el templo
1 El día primero del mes sexto del segundo año del rey Darío, vino palabra del Señor por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué hijo de Josadac:
«Así dice el SeñorTodopoderoso:
“Este pueblo alega que todavía no es el momento apropiado para ir a reconstruir la casa del Señor.” »

También vino esta palabra del Señor por medio del profeta Hageo:
«¿Acaso es el momento apropiado para que ustedes residan en casas techadas mientras que esta casa está en ruinas?»

Así dice ahora el Señor Todopoderoso:
«¡Reflexionen sobre su proceder! »Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no quedan satisfechos; beben, pero no llegan a saciarse; se visten, pero no logran abrigarse; y al jornalero se le va su salario como por saco roto.»

Así dice el Señor Todopoderoso:
«¡Reflexionen sobre su proceder! »Vayan ustedes a los montes; traigan madera y reconstruyan mi casa. Yo veré su reconstrucción con gusto, y manifestaré mi gloria —dice el Señor —. »Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco; lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué? ¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la suya! —afirma el Señor Todopoderoso—.

10 »Por eso, por culpa de ustedes, los cielos retuvieron el rocío y la tierra se negó a dar sus productos. 11 Yo hice venir una sequía sobre los campos y las montañas, sobre el trigo y el vino nuevo, sobre el aceite fresco y el fruto de la tierra, sobre los animales y los hombres, y sobre toda la obra de sus manos.»

12 Zorobabel hijo de Salatiel, el sumo sacerdote Josué hijo de Josadac, y todo el resto del pueblo, obedecieron al Señor su Dios, es decir, obedecieron las palabras del profeta Hageo, a quien el Señor su Dios había enviado. Y el pueblo sintió temor en la presencia del Señor. 13 Entonces Hageo su mensajero comunicó al pueblo el mensaje del Señor: «Yo estoy con ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo.» 14 Y el Señor inquietó de tal manera a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué hijo de Josadac, y a todo el resto del pueblo, que vinieron y empezaron a trabajar en la casa de su Dios, el Señor Todopoderoso. 15 Era el día veinticuatro del mes sexto del segundo año del rey Darío.

Hageo 2  Segundo oráculo: La presencia del Señor
1 El día veintiuno del mes séptimo, vino palabra del Señor por medio del profeta Hageo: «Pregunta a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, al sumo sacerdote Josué hijo de Josadac, y al resto del pueblo: “¿Queda alguien entre ustedes que haya visto esta casa en su antiguo esplendor? ¿Qué les parece ahora? ¿No la ven como muy poca cosa? Pues ahora, ¡ánimo, Zorobabel! —afirma el Señor —. ¡Ánimo, Josué hijo de Josadac! ¡Tú eres el sumo sacerdote! ¡Ánimo, pueblo de esta tierra! —afirma el Señor —. ¡Manos a la obra, que yo estoy con ustedes! —afirma el SeñorTodopoderoso—. Y mi Espíritu permanece en medio de ustedes, conforme al pacto que hice con ustedes cuando salieron de Egipto.”

»No teman, porque así dice el Señor Todopoderoso: “Dentro de muy poco haré que se estremezcan los cielos y la tierra, el mar y la tierra firme; ¡haré temblar a todas las naciones! Sus riquezas llegarán aquí, y así llenaré de esplendor esta casa —dice el Señor Todopoderoso—. Mía es la plata, y mío es el oro —afirma el Señor Todopoderoso—. El esplendor de esta segunda casa será mayor que el de la primera —dice el Señor Todopoderoso—. Y en este lugar concederé la paz”, afirma el Señor Todopoderoso.»

Tercer oráculo: Consulta a los sacerdotes
10 El día veinticuatro del mes noveno del segundo año de Darío, vino palabra del Señor al profeta Hageo:
11 «Así dice el Señor Todopoderoso:  “Consulta a los sacerdotes sobre las cosas sagradas.”

» Entonces Hageo les planteó lo siguiente:
12 —Supongamos que alguien lleva carne consagrada en la falda de su vestido, y sucede que la falda toca pan, o guiso, o vino, o aceite, o cualquier otro alimento; ¿quedarán también consagrados?

—¡No! —contestaron los sacerdotes.

13 —Supongamos ahora —prosiguió Hageo— que una persona inmunda por el contacto de un cadáver toca cualquiera de estas cosas; ¿también ellas quedarán inmundas?

—¡Sí! —contestaron los sacerdotes.

14 Entonces Hageo respondió:
«¡Así es este pueblo! ¡Así es para mí esta nación! —afirma el Señor —.
¡Así es cualquier obra de sus manos! ¡y aun lo que allí ofrecen es inmundo!

15 »Ahora bien, desde hoy en adelante, reflexionen. Antes de que ustedes pusieran piedra sobre piedra en la casa del Señor, 16 ¿cómo les iba? Cuando alguien se acercaba a un montón de grano esperando encontrar veinte medidas, sólo hallaba diez; y si se iba al lagar esperando sacar cincuenta medidas de la artesa del mosto, sólo sacaba veinte. 17 Herí sus campos con quemazón y con plaga, y con granizo toda obra de sus manos. Pero ustedes no se volvieron a mí —afirma el Señor —. 18 Reflexionen desde hoy en adelante, desde el día veinticuatro del mes noveno, día en que se colocaron los cimientos de la casa del Señor. Reflexionen: 19 ¿Queda todavía alguna semilla en el granero? ¿Todavía no producen nada la vid ni la higuera, ni el granado ni el olivo? ¡Pues a partir de hoy yo los bendeciré!»

Cuarto oráculo: Promesas a Zorobabel
20 El día veinticuatro del mismo mes vino por segunda vez palabra del Señor a Hageo: 21 «Di a Zorobabel, gobernante de Judá:
“Yo estoy por estremecer los cielos y la tierra. 22 Volcaré los tronos reales y haré pedazos el poderío de los reinos del mundo. Volcaré los carros con sus conductores, y caerán caballos y jinetes, y éstos se matarán a espada unos a otros. 23 En aquel día —afirma el SeñorTodopoderoso— te tomaré a ti, mi siervo Zorobabel hijo de Salatiel —afirma el Señor —, y te haré semejante a un anillo de sellar, porque yo te he elegido”, afirma el Señor Todopoderoso.»

Zacarías 1 – Un llamado a volver al
1 En el mes octavo del segundo año del reinado de Darío, la palabra del Señor vino al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó:

«El Señor está ardiendo en ira contra los antepasados de ustedes. Por lo tanto, adviértele al pueblo que así dice el SeñorTodopoderoso:
»“Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes—afirma el Señor Todopoderoso—.
» ”No sean como sus antepasados, a quienes les proclamaron los profetas de antaño
que así dice el Señor Todopoderoso: ‘Vuélvanse de su mala conducta y de sus malas prácticas.’ Porque ellos no me obedecieron ni me prestaron atención —afirma el Señor—.
» ”¿Dónde están los antepasados de ustedes? ¿Acaso los profetas siguen con vida?
¿No se cumplieron en sus antepasados las palabras y los decretos que a mis siervos los profetas ordené comunicarles?

» ”Entonces ellos se volvieron al Señor, y dijeron:
‘El Señor Todopoderoso nos ha tratado tal y como había resuelto hacerlo: conforme a lo que merecen nuestra conducta y nuestras acciones.’” »

El hombre entre los arrayanes
En el segundo año del reinado de Darío, en el día veinticuatro del mes de sebat, que es el mes undécimo, la palabra del Señor vino al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó: Una noche tuve una visión, en la que vi a un hombre montado en un caballo alazán. Ese hombre se detuvo entre los arrayanes que había en una hondonada. Detrás de él había jinetes en caballos alazanes, bayos y blancos. Yo le pregunté: «¿Qué significan estos jinetes, mi señor?» El ángel que hablaba conmigo me respondió: «Voy a explicarte lo que significan.» 10 Y el hombre que estaba entre los arrayanes me dijo: «El Señor ha enviado estos jinetes a recorrer toda la tierra.»

11 Los jinetes informaron al ángel del Señor, que estaba entre los arrayanes:
«Hemos recorrido toda la tierra. Por cierto, la encontramos tranquila y en paz.»

12 Ante esto, el ángel del Señor replicó:
« Señor Todopoderoso, ¿hasta cuándo te negarás a compadecerte de Jerusalén y de las ciudades de Judá, con las que has estado enojado estos setenta años?»

13 El Señor le respondió con palabras buenas y consoladoras al ángel que hablaba conmigo, 14 y luego el ángel me dijo:
«Proclama este mensaje de parte del Señor Todopoderoso:» “Mi amor por Sión y por Jerusalén me hace sentir celos por ellas. 15 En cambio, estoy lleno de ira con las naciones engreídas. Mi enojo no era tan grave, pero ellas lo agravaron más.” 16 »Por lo tanto, así dice el Señor: “Volveré a compadecerme de Jerusalén. Allí se reconstruirá mi templo, y se extenderá el cordel de medir, afirma el Señor Todopoderoso.”

17 »Proclama además lo siguiente de parte del Señor Todopoderoso:
»“Otra vez mis ciudades rebosarán de bienes, otra vez el Señor consolará a Sión, otra vez escogerá a Jerusalén.” »18 Alcé la vista, ¡y vi ante mí cuatro cuernos! 19 Le pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué significan estos cuernos?» Y el ángel me respondió: «Estos cuernos son los poderes que dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén.»

20 Luego el Señor me mostró cuatro herreros. 21 Le pregunté:
«¿Y éstos qué han venido a hacer?» Y el Señor me respondió:
«Los cuernos son los poderes que dispersaron a Judá, a tal punto que nadie pudo volver a levantar la cabeza. Los herreros han venido para aterrorizarlos, y para deshacer el poder de las naciones que levantaron su cuerno contra la tierra de Judá y dispersaron a sus habitantes.»

Zacarías 2 El hombre con el cordel de medir
1 Alcé la vista, ¡y vi ante mí un hombre que tenía en la mano un cordel de medir!
Le pregunté: «¿A dónde vas?»

Y él me respondió: «Voy a medir a Jerusalén. Quiero ver cuánto mide de ancho y cuánto de largo.»

Ya salía el ángel que hablaba conmigo cuando otro ángel vino a su encuentro y le dijo: «Corre a decirle a ese joven:
»“Tanta gente habrá en Jerusalén, y tanto ganado, que Jerusalén llegará a ser una ciudad sin muros. En torno suyo —afirma el Señor — seré un muro de fuego, y dentro de ella seré su gloria.”

»¡Salgan, salgan! ¡Huyan del país del norte! —afirma el Señor —.
»¡Fui yo quien los dispersó a ustedes por los cuatro vientos del cielo! —afirma el Señor.

»Sión, tú que habitas en Babilonia, ¡sal de allí; escápate!»
Porque así dice el SeñorTodopoderoso, cuya gloria me envió contra las naciones que los saquearon a ustedes:
«La nación que toca a mi pueblo, me toca la niña de los ojos. Yo agitaré mi mano contra esa nación, y sus propios esclavos la saquearán. »Así sabrán que me ha enviado el Señor Todopoderoso.

10 »¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Yo vengo a habitar en medio de ti! —afirma el Señor.
11 »En aquel día,  muchas naciones se unirán al Señor. Ellas serán mi pueblo, y yo habitaré entre ellas. »Así sabrán que el Señor Todopoderoso es quien me ha enviado a ustedes. 12 El Señor tomará posesión de Judá, su porción en tierra santa, y de nuevo escogerá a Jerusalén. 13 ¡Que todo el mundo guarde silencio ante el Señor, que ya avanza desde su santa morada!»

28 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: Esdras 4-6; Dan 10

Esdras 4 – Oposición samaritana
1 Cuando los enemigos del pueblo de Judá y de Benjamín se enteraron de que los repatriados estaban reconstruyendo el templo del Señor, Dios de Israel, se presentaron ante Zorobabel y ante los jefes de familia y les dijeron:
—Permítannos participar en la reconstrucción, pues nosotros, al igual que ustedes, hemos buscado a su Dios y le hemos ofrecido holocaustos desde el día en que Esarjadón, rey de Asiria, nos trajo acá.

Pero Zorobabel, Jesúa y los jefes de las familias de Israel les respondieron:
—No podemos permitir que ustedes se unan a nosotros en la reconstrucción del templo de nuestro Dios. Nosotros solos nos encargaremos de reedificar el templo para el Señor, Dios de Israel, tal como lo decretó Ciro, rey de Persia.

Entonces los habitantes de la región comenzaron a desanimar e intimidar a los de Judá para que abandonaran la reconstrucción. Y hasta llegaron a sobornar a algunos de los consejeros para impedirles llevar a cabo sus planes. Esto sucedió durante todo el reinado de Ciro, rey de Persia, y hasta el reinado de Darío, que también fue rey de Persia.

También al comienzo del reinado de Jerjes, aquellos enemigos enviaron una carta en la cual acusaban a los habitantes de Judá y de Jerusalén. Luego, cuando Artajerjes llegó a ser rey de Persia, también a él Bislán, Mitrídates, Tabel y sus demás compañeros le enviaron una carta, que fue traducida al arameo.

Además, el comandante Rejún y el cronista Simsay enviaron a Artajerjes una carta en contra de los habitantes de Jerusalén. La carta decía:
El comandante Rejún y el cronista Simsay escriben esta carta, junto con sus compañeros los jueces, gobernadores y funcionarios de Persia, Érec, Babilonia y Susa (es decir, Elam). 10 Esta carta la suscriben también las demás naciones que el grande y noble Asnapar llevó cautivas y estableció en la ciudad de Samaria y en las otras provincias al oeste del río Éufrates.

11 Al rey Artajerjes, de parte de sus siervos que habitan al oeste del río Éufrates:
12 Sepa Su Majestad que los judíos enviados por usted han llegado a Jerusalén y están reconstruyendo esa ciudad rebelde y mala. Ya están echados los cimientos.

13 Sepa también Su Majestad que si esta gente reconstruye la ciudad y termina la muralla, sus habitantes se rebelarán y no pagarán tributos, ni impuestos ni contribución alguna, lo cual sería perjudicial para el tesoro real. 14 Como nosotros somos vasallos de Su Majestad, no podemos permitir que se le deshonre. Por eso le enviamos esta denuncia. 15 Pida Su Majestad que se investigue en los archivos donde están las crónicas de los reyes que lo han precedido. Así comprobará que esta ciudad ha sido rebelde y nociva para los reyes y las provincias, y que fue destruida porque hace ya mucho tiempo allí se fraguaron sediciones. 16 Por eso le advertimos que, si esa ciudad es reconstruida y la muralla levantada, Su Majestad perderá el dominio de la región al oeste del Éufrates.

17 En respuesta, el rey les escribió:
Al comandante Rejún y al cronista Simsay, y al resto de sus compañeros que viven en Samaria y en las otras regiones al oeste del río Éufrates: Saludos.

18 La carta que ustedes enviaron ha sido traducida y leída en mi presencia. 19 Di orden de investigar en los archivos y, en efecto, se encontró que anteriormente en dicha ciudad se fraguaron sediciones y se tramaron rebeliones contra los reyes; 20 que en Jerusalén hubo reyes poderosos, gobernantes de toda la región al oeste del río Éufrates, a quienes se les pagaban impuestos, tributos y rentas. 21 Por eso, ordénenles a esos hombres que cesen sus labores, que suspendan la reconstrucción de la ciudad, hasta que yo promulgue un nuevo edicto. 22 Sean diligentes en hacer cumplir esta orden, para que no crezca la amenaza de perjuicio a los intereses reales.

23 En cuanto la carta del rey Artajerjes se leyó en presencia de Rejún, del cronista Simsay y de sus compañeros, todos ellos fueron a Jerusalén y, por la fuerza de las armas, obligaron a los judíos a detener la obra. 24 De este modo el trabajo de reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén quedó suspendido hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de Persia.

Esdras  5-Se reinicia la reconstrucción del templo
1 Los profetas Hageo y Zacarías hijo de Idó profetizaron a los judíos que estaban en Judá y Jerusalén, en el nombre del Dios de Israel, que velaba por ellos. Entonces Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac se dispusieron a continuar la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén. Y los profetas estaban con ellos ayudándolos.

En ese mismo tiempo, Tatenay, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar Bosnay y sus compañeros, se presentaron ante los judíos y les preguntaron:
«¿Quién los autorizó a reconstruir ese templo y restaurar su estructura?» Y añadieron: «¿Cómo se llaman los que están reconstruyendo ese edificio?» Pero como Dios velaba por los dirigentes judíos, no los obligaron a interrumpir el trabajo hasta que se consultara a Darío y éste respondiera por escrito.

Entonces Tatenay, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar Bosnay y sus compañeros, que eran los funcionarios del gobierno de esa provincia, enviaron una carta al rey Darío, la cual decía:

Al rey Darío: Un cordial saludo.
Ponemos en conocimiento de Su Majestad que fuimos a la provincia de Judá, al templo del gran Dios, y vimos que se está reconstruyendo con grandes piedras, y que sus paredes se están recubriendo con madera. El trabajo se hace con esmero y avanza rápidamente. A los dirigentes les preguntamos quién los había autorizado a reconstruir ese templo y restaurar su estructura, 10 y cómo se llaman los que dirigen la obra, para comunicárselo por escrito a Su Majestad.

11 Ellos nos respondieron:
«Somos siervos del Dios del cielo y de la tierra, y estamos reconstruyendo el templo que fue edificado y terminado hace ya mucho tiempo por un gran rey de Israel. 12 Pero como nuestros antepasados provocaron a ira al Dios del cielo, él los entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el caldeo que destruyó este templo y que llevó al pueblo cautivo a Babilonia.

13 »Pero más tarde, en el primer año de su reinado, Ciro, rey de Babilonia, ordenó que este templo de Dios fuera reconstruido. 14 También hizo sacar del templo de Babilonia los utensilios de oro y de plata que Nabucodonosor se había llevado del templo de Jerusalén y había puesto en el templo de Babilonia, y se los entregó a Sesbasar, a quien había nombrado gobernador. 15 Ciro, pues, ordenó a Sesbasar que tomara esos utensilios y los devolviera al templo de Jerusalén, y que reedificara en el mismo sitio el templo de Dios. 16 Entonces Sesbasar llegó a Jerusalén y echó los cimientos del templo de Dios. Desde entonces se ha estado trabajando en su reconstrucción, pero aún no se ha terminado.»

17 Ahora bien, si Su Majestad lo considera conveniente, pedimos que se investiguen los archivos donde están las crónicas de los reyes de Babilonia, para saber si es verdad que el rey Ciro ordenó la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén. Además solicitamos que se nos dé a conocer la decisión de Su Majestad con respecto a este asunto.

Esdras  6-Decreto de Darío
1 Entonces el rey Darío ordenó que se investigara en los archivos donde se guardaban los tesoros de Babilonia. Y en el palacio de Ecbatana, en la provincia de Media, se encontró un rollo que contenía la siguiente memoria:

En el primer año de su reinado, el rey Ciro promulgó el siguiente edicto respecto al templo de Dios en Jerusalén: Que se echen los cimientos y se reconstruya el templo, para que en él se ofrezcan holocaustos. Tendrá veintisiete metros tanto de alto como de ancho, tres hileras de piedras grandes, y una de madera. Todos los gastos serán sufragados por el tesoro real. Con respecto a los utensilios de oro y de plata que Nabucodonosor sacó del templo de Jerusalén y llevó a Babilonia, que los devuelvan a Jerusalén, y que se pongan en el templo de Dios, donde deben estar.

Entonces el rey Darío dio la siguiente orden a Tatenay, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y a Setar Bosnay y a sus compañeros, los funcionarios de dicha provincia: Aléjense de Jerusalén y no estorben la obra de reconstrucción del templo de Dios. Dejen que el gobernador de la provincia de Judá y los dirigentes judíos reconstruyan el templo en su antiguo sitio.

También he decidido que ustedes deben prestarles ayuda, sufragando los gastos de la reconstrucción del templo con los impuestos que la provincia al oeste del río Éufrates paga al tesoro real. No se tarden en pagar todos los gastos, para que no se interrumpan las obras. Además, todos los días, sin falta, deberán suministrarles becerros, carneros y corderos para ofrecerlos en holocausto al Dios del cielo, junto con trigo, sal, vino y aceite, y todo lo que necesiten, según las instrucciones de los sacerdotes que están en Jerusalén. 10 Así podrán ellos ofrecer sacrificios gratos al Dios del cielo y rogar por la vida del rey y de sus hijos.

11 He determinado así mismo que, a quien desobedezca esta orden, lo empalen en una viga sacada de su propia casa, y que le derrumben la casa. 12 ¡Que el Dios que decidió habitar en Jerusalén derribe a cualquier rey o nación que intente modificar este decreto o destruir ese templo de Dios!

Yo, Darío, promulgo este decreto. Publíquese y cúmplase al pie de la letra.

Terminación y dedicación del templo
13 Entonces Tatenay, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar Bosnay y sus compañeros cumplieron al pie de la letra lo que el rey Darío les había ordenado. 14 Así los dirigentes judíos pudieron continuar y terminar la obra de reconstrucción, conforme a la palabra de los profetas Hageo y Zacarías hijo de Idó. Terminaron, pues, la obra de reconstrucción, según el mandato del Dios de Israel y por decreto de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia. 15 La reconstrucción del templo se terminó el día tres del mes de adar, en el año sexto del reinado de Darío.

16 Entonces los israelitas —es decir, los sacerdotes, los levitas y los demás que regresaron del cautiverio—, llenos de júbilo dedicaron el templo de Dios. 17 Como ofrenda de dedicación, ofrecieron a Dios cien becerros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y doce chivos, conforme al número de las tribus de Israel, para expiación por el pecado del pueblo. 18 Luego, según lo que está escrito en el libro de Moisés, instalaron a los sacerdotes en sus turnos y a los levitas en sus funciones, para el culto que se ofrece a Dios en Jerusalén.

Celebración de la Pascua
19 Los que regresaron del cautiverio celebraron la Pascua el día catorce del mes primero. 20 Los sacerdotes y levitas se habían unido para purificarse y, ya estando ritualmente limpios, mataron el cordero pascual por todos los que habían regresado del cautiverio, por sus compañeros los sacerdotes y por ellos mismos. 21 Los israelitas que regresaron del cautiverio comieron la Pascua junto con los que se habían apartado de la impureza de sus vecinos para seguir al Señor, Dios de Israel. 22 Durante siete días celebraron con mucho gozo la fiesta de los Panes sin levadura, porque el Señor les había devuelto la alegría y había hecho que el rey de Persia los ayudara y permitiera reconstruir el templo del Dios de Israel.

Daniel 10-Daniel junto al río Tigris
1 En el tercer año del reinado de Ciro de Persia, Daniel tuvo una visión acerca de un gran ejército. El mensaje era verdadero, y Daniel, que también se llamaba Beltsasar, pudo comprender su significado en la visión.

«En aquella ocasión yo, Daniel, pasé tres semanas como si estuviera de luto. En todo ese tiempo no comí nada especial, ni probé carne ni vino, ni usé ningún perfume. El día veinticuatro del mes primero, mientras me encontraba yo a la orilla del gran río Tigris, levanté los ojos y vi ante mí a un hombre vestido de lino, con un cinturón del oro más refinado. Su cuerpo brillaba como el topacio, y su rostro resplandecía como el relámpago; sus ojos eran dos antorchas encendidas, y sus brazos y piernas parecían de bronce bruñido; su voz resonaba como el eco de una multitud.

»Yo, Daniel, fui el único que tuvo esta visión. Los que estaban conmigo, aunque no vieron nada, se asustaron y corrieron a esconderse. Nadie se quedó conmigo cuando tuve esta gran visión. Las fuerzas me abandonaron, palideció mi rostro, y me sentí totalmente desvalido. Fue entonces cuando oí que aquel hombre me hablaba. Mientras lo oía, caí en un profundo sueño, de cara al suelo. 10 En ese momento una mano me agarró, me puso sobre mis manos y rodillas, 11 y me dijo: “Levántate, Daniel, pues he sido enviado a verte. Tú eres muy apreciado, así que presta atención a lo que voy a decirte.”

»En cuanto aquel hombre me habló, tembloroso me puse de pie. 12 Entonces me dijo: “No tengas miedo, Daniel. Tu petición fue escuchada desde el primer día en que te propusiste ganar entendimiento y humillarte ante tu Dios. En respuesta a ella estoy aquí. 13 Durante veintiún días el príncipe de Persia se me opuso, así que acudió en mi ayuda Miguel, uno de los príncipes de primer rango. Y me quedé allí, con los reyes de Persia. 14 Pero ahora he venido a explicarte lo que va a suceder con tu pueblo en el futuro, pues la visión tiene que ver con el porvenir.”

15 »Mientras aquel hombre me decía esto, yo me incliné de cara al suelo y guardé silencio. 16 Entonces alguien con aspecto humano me tocó los labios, y yo los abrí y comencé a hablar. Y le dije a quien había estado hablando conmigo: “Señor, por causa de esta visión me siento muy angustiado y sin fuerzas. 17 ¿Cómo es posible que yo, que soy tu siervo, hable contigo? ¡Las fuerzas me han abandonado, y apenas puedo respirar!”

18 »Una vez más, el de aspecto humano me tocó y me infundió fuerzas, 19 al tiempo que me decía: “¡La paz sea contigo, hombre altamente estimado! ¡Cobra ánimo, no tengas miedo!”

»Mientras él me hablaba, yo fui recobrando el ánimo y le dije: “Ya que me has reanimado, ¡háblame, Señor!” 20 Y me dijo: “¿Sabes por qué he venido a verte? Pues porque debo volver a pelear contra el príncipe de Persia. Y cuando termine de luchar con él, hará su aparición el príncipe de Grecia. 21 Pero antes de eso, te diré lo que está escrito en el libro de la verdad. En mi lucha contra ellos, sólo cuento con el apoyo de Miguel, el capitán de ustedes.

27 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: 413-414

Las murmuraciones y las quejas, así como las comparaciones desfavorables que se hicieron, ejercieron una influencia deprimente en el ánimo de muchos, y debilitaron las manos de los constructores. Los trabajadores se sintieron inducidos a preguntarse si debían proceder con la construcción de un edificio al que se criticaba con tanta libertad desde el mismo comienzo, y que era causa de tantos lamentos.

Había, sin embargo, en la congregación muchas personas cuya fe y visión más amplias les permitieron considerar esta gloria menor sin tanto descontento. “Muchos otros daban grandes gritos de alegría. Y no podía discernir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz de lloro del pueblo: porque clamaba el pueblo con grande júbilo, y oíase el ruido hasta de lejos.” Vers. 12, 13.  Si los que no se regocijaron cuando se colocó la piedra fundamental del templo hubiesen previsto los resultados de su falta de fe en aquel día, se habrían espantado. Lejos estaban de comprender el peso de sus palabras de desaprobación y desilusión; ni sabían cuánto iba a demorar la terminación de la casa de Dios el descontento que habían expresado.

La magnificencia del primer templo y los ritos imponentes de sus servicios religiosos habían sido fuentes de orgullo para Israel antes de su cautiverio; pero con frecuencia su culto carecía de las cualidades que Dios considera como muy esenciales. Ni la gloria del primer templo ni el esplendor de su servicio podían recomendar a los adoradores a Dios; porque ellos no ofrecían lo único que tiene valor a la vista de él. No le traían el sacrificio de un espíritu humilde y contrito.

Cuando se descuidan los principios vitales del reino de Dios es cuando las ceremonias se vuelven numerosas y extravagantes. Cuando se descuida la edificación del carácter, cuando falta el adorno del alma, cuando se desprecia la sencillez de la piedad, es cuando el orgullo y el amor a la ostentación exigen magníficos edificios para las iglesias, espléndidos adornos e imponentes ceremonias. Pero no se honra a Dios con todo esto. El aprecia a su iglesia, no por sus ventajas exteriores, sino por la sincera piedad que la distingue del mundo. El la estima de acuerdo con el crecimiento de sus miembros en el conocimiento de Cristo y de acuerdo con su progreso en la experiencia espiritual. Busca en ella la manifestación de los principios del amor y de la bondad. La belleza del arte no puede compararse con la hermosura del temperamento y del carácter que han de revelar los representantes de Cristo.

Una congregación puede ser la más pobre de la tierra. Puede carecer de atractivos externos; pero si sus miembros poseen los principios que regían el carácter de Cristo, los ángeles se unirán con ellos en su culto. Las alabanzas y acciones de gracias provenientes de corazones agradecidos ascenderán al cielo como dulce oblación.

“Alabad a Jehová, porque es bueno;
porque para siempre es su misericordia. Díganlo los redimidos de Jehová,
los que ha redimido del poder del enemigo.”
“Cantadle, cantadle salmos: hablad de todas sus maravillas.  Gloriaos en su santo nombre:
Alégrese el corazón de los que buscan a Jehová.”
“Porque sació al alma menesterosa,
y llenó de bien al alma hambrienta.” Salmos 107:1, 2; 105:2, 3; 107:9.

26 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: PR 411-412

Con tanta celeridad como era posible, se erigió un altar donde había estado el antiguo altar en el atrio del templo. Para los servicios relacionados con la edificación de ese altar, “juntóse el pueblo como un solo hombre;” y todos unidos restablecieron los servicios sagrados que se habían interrumpido cuando Jerusalén fué destruida por Nabucodonosor. Antes de separarse para alojarse en las casas que estaban tratando de reconstruir, “hicieron asimismo la solemnidad de las cabañas.” Esdras 3:1-6.

La erección del altar para los holocaustos diarios alentó muchísimo a los pocos fieles que quedaban. De todo corazón participaron en los preparativos necesarios para reedificar el templo, y su valor iba en aumento a medida que esos preparativos progresaban de un mes a otro. Habían estado privados durante muchos años de los indicios visibles de la presencia de Dios. Ahora, rodeados de muchos tristes recuerdos de la apostasía de sus padres, anhelaban tener alguna señal permanente del perdón y del favor divinos. Apreciaban la aprobación de Dios más que la recuperación de las propiedades personales y los antiguos privilegios. El Señor había obrado maravillosamente en su favor, y se sentían asegurados de que su presencia estaba con ellos, pero deseaban bendiciones aún mayores. Con gozosa anticipación esperaban el tiempo en que, estando reedificado el templo, podrían contemplar la gloria que resplandeciese desde su interior.

Los obreros empeñados en preparar los materiales de construcción encontraron entre las ruinas algunas de las inmensas piedras que se habían llevado al sitio del templo en los tiempos de Salomón. Las acomodaron para poder usarlas, y se proveyó además mucho material nuevo; de manera que pronto la obra hubo progresado al punto en que debía ponerse la piedra fundamental. Esto se hizo en presencia de muchos miles que se habían congregado para contemplar el progreso de la obra y para expresar su gozo por tener una parte en ella. Mientras se estaba colocando la piedra angular, el pueblo, acompañado por las trompetas de los sacerdotes y los címbalos de los hijos de Asaf, “cantaban, alabando y confesando a Jehová, y decían: Porque es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel.” Esdras 3:11.

La casa que se estaba por reconstruir había sido tema de muchas profecías acerca del favor que Dios deseaba manifestar a Sión, y todos los que asistían a la colocación de la piedra angular debieran haber participado cordialmente del espíritu que correspondía a la ocasión. Sin embargo, una nota discordante se mezclaba con la música y los gritos de alabanza que se oían en ese alegre día. “Y muchos de los sacerdotes y de los Levitas y de los cabezas de los padres, ancianos que habían visto la casa primera viendo fundar esta casa, lloraban en alta voz.” Vers. 12.

Era natural que la tristeza embargase el corazón de aquellos ancianos al pensar en los resultados de la larga impenitencia. Si ellos y su generación hubiesen obedecido a Dios y cumplido su propósito para Israel, el templo construído por Salomón no habría sido derribado ni habría sido necesario el cautiverio. Pero, a causa de la ingratitud y la deslealtad que habían manifestado, fueron dispersados entre los paganos.

Las condiciones habían cambiado. Con tierna misericordia, el Señor había vuelto a visitar a su pueblo y le había permitido regresar a su tierra. El pesar por los errores pasados debiera haber sido reemplazado por sentimientos de gran gozo. Dios había obrado en el corazón de Ciro para que les ayudase a edificar el templo, y esto debiera haber arrancado a todos expresiones de profunda gratitud. Pero algunos no discernieron las providencias favorables de Dios. En vez de regocijarse, albergaron pensamientos de descontento y desaliento. Habían visto la gloria del templo de Salomón y se lamentaban por la inferioridad del edificio que se estaba erigiendo.

25 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: PR 409-410

Cuando el rey vió las palabras que habían predicho, más de cien años antes que él naciera, la manera en que Babilonia sería tomada; cuando leyó el mensaje que le dirigía el Gobernante del universo: “Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste; para que se sepa desde el nacimiento del sol, y desde donde se pone, que no hay más que yo;” cuando tuvo delante de los ojos la declaración del Dios eterno: “Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; púsete sobrenombre, aunque no me conociste;” cuando leyó en el registro inspirado: “Yo lo desperté en justicia, y enderezaré todos sus caminos; él edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos, no por precio ni por dones” (Isaías 45:5, 6, 4, 13), su corazón quedó profundamente conmovido y resolvió cumplir la misión que Dios le había asignado. Dejaría ir libres a los cautivos judíos y les ayudaría a restaurar el templo de Jehová.

En una proclamación escrita que se publicó “por todo su reino,” Ciro dió a conocer su deseo de proveer para el regreso de los hebreos y para la reedificación de su templo. El rey reconoció con agradecimiento en esa proclamación pública: “Jehová Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalem, que está en Judá. ¿Quién hay entre vosotros de todo su pueblo? Sea Dios con él, y suba a Jerusalem, … y edifique la casa a Jehová Dios de Israel, (él es el Dios,) la cual está en Jerusalem. Y a cualquiera que hubiere quedado de todos los lugares donde peregrinare, los hombres de su lugar le ayuden con plata, y oro, y hacienda, y con bestias; con dones voluntarios.” Esdras 1:1-4.

Indicó, además, acerca de la estructura del templo, “que fuese la casa edificada para lugar en que sacrifiquen sacrificios, y que sus paredes fuesen cubiertas; su altura de sesenta codos, y de sesenta codos su anchura; los órdenes, tres de piedra de mármol, y un orden de madera nueva; y que el gasto sea dado de la casa del rey. Y también los vasos de oro y de plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor sacó del templo que estaba en Jerusalem y los pasó a Babilonia, sean devueltos y vayan al templo que está en Jerusalem.” Esdras 6:3-5.

Llegaron noticias de este decreto hasta las provincias más lejanas de los dominios del rey, y por doquiera hubo gran regocijo entre los hijos de la dispersión. Muchos, como Daniel, habían estado estudiando las profecías, y habían estado rogando a Dios que interviniera en favor de Sión según lo había prometido. Y ahora sus oraciones recibían contestación; y con gozo en el corazón podían cantar unidos:

“Cuando Jehová hiciere tornar la cautividad de Sión, seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se henchirá de risa, y nuestra lengua de alabanza;  entonces dirán entre las gentes:
Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres.” Salmos 126:1-3.

“Entonces se levantaron los cabezas de las familias de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y Levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios.” Tal fué el residuo de los buenos, a saber unas cincuenta mil personas de entre los judíos desterrados que resolvieron valerse de la admirable oportunidad que se les ofrecía para “subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalem.” Sus amigos no les permitieron irse con las manos vacías, pues “todos los que estaban en sus alrededores confortaron las manos de ellos con vasos de plata y de oro, con hacienda y bestias, y con cosas preciosas.” A estas y otras muchas ofrendas voluntarias, se añadieron “los vasos de la casa de Jehová, que Nabucodonosor había traspasado de Jerusalem. … Sacólos pues Ciro rey de Persia, por mano de Mitrídates tesorero, … cinco mil y cuatrocientos,” para que se usasen en el templo que iba a ser reedificado. Esdras 1:5-11.

A un descendiente del rey David, llamado Zorobabel [conocido también como Sheshbazzar], confió Ciro la responsabilidad de actuar como gobernador de la compañía que volvía a Judea; y con él iba  asociado Josué el sumo sacerdote. El largo viaje a través de los de- siertos se realizó satisfactoriamente, y la feliz compañía, agradecida a Dios por sus muchas misericordias, emprendió en seguida la obra de restablecer lo que había sido derribado y destruído. “Los cabezas de los padres” dieron el ejemplo al ofrecer de su substancia para contribuir a los gastos de reedificar el templo; y el pueblo, siguiendo ese ejemplo, dió liberalmente de lo poco que tenía. Esdras 2:64-70.

24 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: PR 406-408

Mediante otra visión le fué dada luz adicional acerca de los acontecimientos futuros; y fué al final de esta visión cuando Daniel oyó “un santo que hablaba; y otro de los santos dijo a aquél que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión?” Daniel 8:13. La respuesta que se dió: “Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana;  y el santuario será purificado” (Vers. 14), le llenó de perplejidad. Con fervor solicitó que se le permitiera conocer el significado de la visión. No podía comprender la relación que pudiera haber entre los setenta años de cautiverio, predichos por Jeremías, y los dos mil trescientos años que, según oyó en visión, el visitante celestial anunciaba como habiendo de transcurrir antes de la purificación del santuario. El ángel Gabriel le dió una interpretación parcial; pero cuando el profeta oyó las palabras: “La visión … es para muchos días,” se desmayó. Anota al respecto: “Yo Daniel fuí quebrantado, y estuve enfermo algunos días: y cuando convalecí, hice el negocio del rey; mas estaba espantado acerca de la visión, y no había quien la entendiese.” Daniel 8:26, 27.

Todavía preocupado acerca de Israel, Daniel estudió nuevamente las profecías de Jeremías. Estas eran muy claras, tan claras, en realidad, que por los testimonios registrados en los libros entendió “el número de los años, del cual habló Jehová al profeta Jeremías, que había de concluir la asolación de Jerusalem en setenta años.” Daniel 9:2.

Con una fe fundada en la segura palabra profética, Daniel rogó al Señor que estas promesas se cumpliesen prestamente. Rogó que el honor de Dios fuese preservado. En su petición se identificó plenamente con aquellos que no habían cumplido el propósito divino,  y confesó los pecados de ellos como propios.
Declaró el profeta: “Y volví mi rostro al Señor Dios, buscándole  en oración y ruego, en ayuno, y cilicio, y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios, y confesé.” Daniel 9:3, 4 (VM). Aunque Daniel había servido a Dios durante mucho tiempo y el Cielo lo había llamado “muy amado”, se presenta ahora delante de Dios como pecador, e insiste en la gran necesidad del pueblo al cual ama. Su oración es elocuente en su sencillez, y de un fervor intenso. Oigámosle interceder:

“Ahora Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos hecho iniquidad, hemos obrado impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus juicios. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, y a nuestros príncipes, a nuestros padres, y a todo el pueblo de la tierra.  “Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy a todo hombre de Judá, y a los moradores de Jerusalem, y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todas las tierras a donde los has echado a causa de su rebelión con que contra ti se rebelaron…

“De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia, y el perdonar, aunque contra él nos hernos rebelado… Oh Señor, según todas tus justicias, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalem, tu santo monte: porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalem y tu pueblo dados son en oprobio a todos en derredor nuestro.

“Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos, y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestros asolamientos, y la ciudad sobre la cual es llamado tu nombre: porque no derramamos nuestros ruegos ante tu acatamiento confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas miseraciones.

“Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y haz; no pongas dilación, por amor de ti mismo, Dios mío: porque tu nombre es llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.” Daniel 9:4-19.

El Cielo se inclina para oír la ferviente súplica del profeta. Aun antes que haya terminado su ruego por perdón y restauración, se le aparece de nuevo el poderoso Gabriel y le llama la atención a la visión que había visto antes de la caída de Babilonia y la muerte de Belsasar. Y luego le esboza en detalle el período de las setenta semanas, que había de empezar cuando fuese dada “la palabra para restaurar y edificar a Jerusalem.” Vers. 25.

La oración de Daniel fué elevada “en el año primero de Darío” (Vers. 1), el monarca medo cuyo general, Ciro, había arrebatado a Babilonia el cetro del gobierno universal. El reinado de Darío fué honrado por Dios. A él fué enviado el ángel Gabriel, “para animarlo y fortalecerlo.” Daniel 11:1. Cuando murió, más o menos unos dos años después de la caída de Babilonia, Ciro le sucedió en el trono, y el comienzo de su reinado señaló el fin de los setenta años iniciados cuando la primera compañía de hebreos fué llevada de Judea a Babilonia por Nabucodonosor.

Dios usó la manera en que Daniel fué librado del foso de los leones para crear una impresión favorable en el espíritu de Ciro el Grande. Las magníficas cualidades del varón de Dios como estadista previsor indujeron al gobernante persa a manifestarle gran respeto y a honrar su juicio. Y ahora, precisamente en el tiempo en que Dios había dicho que haría reedificar su templo de Jerusalén, movió a Ciro como agente suyo para que discerniera las profecías concernientes a él mismo, bien conocidas por Daniel, y le indujo a conceder su libertad al pueblo judío.

23 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: PR 404-405   Capítulo 45—El retorno de los desterrados

La llegada del ejército de Ciro ante los muros de Babilonia fué para los judíos un indicio de que se acercaba su liberación del cautiverio. Más de un siglo antes del nacimiento de Ciro, la Inspiración lo había mencionado por nombre y dejado registrado lo que iba a hacer al tomar la ciudad de Babilonia de imprevisto, y al preparar el terreno para libertar a los hijos del cautiverio. Por Isaías había sido expresado:

“Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar gentes delante de él,… para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán: Yo iré delante de ti, y enderezaré las tortuosidades; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados; para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre.” Isaías 45:1-3.

En la inesperada entrada del ejército del conquistador persa al corazón de la capital babilónica, por el cauce del río cuyas aguas habían sido desviadas y por las puertas interiores que con negligente seguridad habían sido dejadas abiertas y sin protección, los judíos tu- vieron abundantes evidencias del cumplimiento literal de la profecía de Isaías concerniente al derrocamiento repentino de sus opresores. Y esto debiera haber sido para ellos una indicación inequívoca de que Dios estaba encauzando en su favor los asuntos de las naciones; porque inseparablemente vinculadas con la profecía descriptiva de cómo iba a ser tomada Babilonia estaban las palabras:  “Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, en diciendo a Jerusalem, Serás edificada; y al templo: Serás fundado.” “Yo lo desperté en justicia, y enderezaré todos sus caminos; él edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos, no por precio ni por dones, dice

Jehová de los ejércitos.” Isaías 44:28; 45:13.
Tampoco eran estas profecías las únicas sobre las cuales los desterrados podían basar su esperanza de una pronta liberación. Tenían a su alcance los escritos de Jeremías y en ellos se había  indicado claramente cuánto tiempo iba a transcurrir antes que Israel fuese devuelto de Babilonia a su tierra. El Señor había predicho por su mensajero: “Cuando fueren cumplidos los setenta años, visitaré sobre el rey de Babilonia y sobre aquella gente su maldad, ha dicho Jehová, y sobre la tierra de los Caldeos; y pondréla en desiertos para siempre.” En respuesta a la oración ferviente, el residuo de Judá iba a ser favorecido. “Y seré hallado de vosotros, dice Jehová, y tornaré vuestra cautividad, y os juntaré de todas las gentes, y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice ser llevados.” Jeremías 25:12; 29:14.

A menudo Daniel y sus compañeros habían recorrido estas profecías y otras similares que esbozaban el propósito de Dios para con su pueblo. Y ahora, cuando el rápido desfile de los acontecimientos anunciaba que la mano poderosa de Dios obraba entre las naciones, Daniel meditó en forma especial en las promesas dirigidas a Israel. Su fe en la palabra profética le inducía a compenetrarse de lo predicho por los escritores sagrados. El Señor había declarado: “Cuando en Babilonia se cumplieren los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para tornaros a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, e iréis y oraréis a mí, y yo os oiré: y me buscaréis y hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” Jeremías 29:10-13.

Poco después de la caída de Babilonia, mientras Daniel estaba meditando en esas profecías, y pidiendo a Dios una comprensión de los tiempos, le fué dada una serie de visiones relativas al nacimiento y la caída de los reinos. Juntamente con la primera visión, según se registra en el capítulo 7 del libro de Daniel, fué dada una interpretación; pero no todo quedó claro para el profeta. Escribió acerca de lo experimentado en el momento: “Mucho me turbaron mis pensamientos, y mi rostro se me mudó: mas guardé en mi corazón el negocio.” Daniel 7:28.

22 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy:Salmos 105; 107; 126

Salmos 105
Den gracias al Señor, invoquen su nombre; den a conocer sus obras entre las naciones. Cántenle, entónenle salmos; hablen de todas sus maravillas. Siéntanse orgullosos de su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Recurran al Señor y a su fuerza; busquen siempre su rostro. Recuerden las maravillas que ha realizado, sus señales, y los decretos que ha emitido. ¡Ustedes, descendientes de Abraham su siervo! ¡Ustedes, hijos de Jacob, elegidos suyos! Él es el Señor, nuestro Dios; en toda la tierra están sus decretos.

Él siempre tiene presente su pacto, la palabra que ordenó para mil generaciones. Es el pacto que hizo con Abraham, el juramento que le hizo a Isaac. 10 Se lo confirmó a Jacob como un decreto, a Israel como un pacto eterno, 11 cuando dijo: «Te daré la tierra de Canaán como la herencia que te toca.» 12 Aun cuando eran pocos en número, unos cuantos extranjeros en la tierra 13 que andaban siempre de nación en nación y de reino en reino, 14 a nadie permitió que los oprimiera, sino que por ellos reprendió a los reyes: 15 «No toquen a mis ungidos; no hagan daño a mis profetas.»

16 Dios provocó hambre en la tierra y destruyó todos sus trigales. 17 Pero envió delante de ellos a un hombre: a José, vendido como esclavo. 18 Le sujetaron los pies con grilletes, entre hierros le aprisionaron el cuello, 19 hasta que se cumplió lo que él predijo y la palabra del Señor probó que él era veraz. 20 El rey ordenó ponerlo en libertad, el gobernante de los pueblos lo dejó libre. 21 Le dio autoridad sobre toda su casa y lo puso a cargo de cuanto poseía, 22 con pleno poder para instruir a sus príncipes e impartir sabiduría a sus ancianos.

23 Entonces Israel vino a Egipto; Jacob fue extranjero en el país de Cam. 24 El Señor hizo que su pueblo se multiplicara; o hizo más numeroso que sus adversarios, 25 a quienes trastornó para que odiaran a su pueblo y se confabularan contra sus siervos. 26 Envió a su siervo Moisés,  y a Aarón, a quien había escogido, 27 y éstos hicieron señales milagrosas entre ellos, ¡maravillas en el país de Cam! 28 Envió tinieblas, y la tierra se oscureció, pero ellos no atendieron a sus palabras. 29 Convirtió en sangre sus aguas y causó la muerte de sus peces. 30 Todo Egipto se infestó de ranas, ¡hasta las habitaciones de sus reyes!

31 Habló Dios, e invadieron todo el país enjambres de moscas y mosquitos. 32 Convirtió la lluvia en granizo, y lanzó relámpagos sobre su tierra; 33 derribó sus vides y sus higueras, y en todo el país hizo astillas los árboles. 34 Dio una orden, y llegaron las langostas, ¡infinidad de saltamontes! 35 Arrasaron con toda la vegetación del país, devoraron los frutos de sus campos. 36 Hirió de muerte a todos los primogénitos del país, a las primicias de sus descendientes. 37 Sacó a los israelitas cargados de oro y plata, y no hubo entre sus tribus nadie que tropezara. 38 Los egipcios se alegraron de su partida, pues el miedo a los israelitas los dominaba.

39 El Señor les dio sombra con una nube, y con fuego los alumbró de noche. 40 Pidió el pueblo comida, y les envió codornices; los sació con pan del cielo. 41 Abrió la roca, y brotó agua que corrió por el desierto como un río. 42 Ciertamente Dios se acordó de su santa promesa, la que hizo a su siervo Abraham. 43 Sacó a su pueblo, a sus escogidos, en medio de gran alegría y de gritos jubilosos. 44 Les entregó las tierras que poseían las naciones; heredaron el fruto del trabajo de otros pueblos 45 para que ellos observaran sus preceptos y pusieran en práctica sus leyes. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!

Salmo 107
Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre. Que lo digan los redimidos del Señor, a quienes redimió del poder del adversario, a quienes reunió de todos los países, de oriente y de occidente, del norte y del sur.

Vagaban perdidos por parajes desiertos, sin dar con el camino a una ciudad habitable. Hambrientos y sedientos, la vida se les iba consumiendo. En su angustia clamaron al Señor, y él los libró de su aflicción. Los llevó por el camino recto hasta llegar a una ciudad habitable. ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! ¡Él apaga la sed del sediento, y sacia con lo mejor al hambriento!

10 Afligidos y encadenados, habitaban en las más densas tinieblas 11 por haberse rebelado contra las palabras de Dios, por menospreciar los designios del Altísimo. 12 Los sometió a trabajos forzados; tropezaban, y no había quien los ayudara. 13 En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. 14 Los sacó de las sombras tenebrosas y rompió en pedazos sus cadenas. 15 ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! 16 ¡Él hace añicos las puertas de bronce y rompe en mil pedazos las barras de hierro!

17 Trastornados por su rebeldía, afligidos por su iniquidad, 18 todo alimento les causaba asco. ¡Llegaron a las puertas mismas de la muerte! 19 En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. 20 Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro. 21 ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! 22 ¡Que ofrezcan sacrificios de gratitud, y jubilosos proclamen sus obras!

23 Se hicieron a la mar en sus barcos; para comerciar surcaron las muchas aguas. 24 Allí, en las aguas profundas, vieron las obras del Señor y sus maravillas. 25 Habló Dios, y se desató un fuerte viento que tanto encrespó las olas 26 que subían a los cielos y bajaban al abismo. Ante el peligro, ellos perdieron el coraje. 27 Como ebrios tropezaban, se tambaleaban; de nada les valía toda su pericia. 28 En su angustia clamaron al Señor, y él los sacó de su aflicción. 29 Cambió la tempestad en suave brisa: se sosegaron las olas del mar. 30 Ante esa calma se alegraron, y Dios los llevó al puerto anhelado. 31 ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! 32 ¡Que lo exalten en la asamblea del pueblo! ¡Que lo alaben en el consejo de los ancianos!

33 Dios convirtió los ríos en desiertos, los manantiales en tierra seca, 34 los fértiles terrenos en tierra salitrosa, por la maldad de sus habitantes. 35 Convirtió el desierto en fuentes de agua, la tierra seca en manantiales; 36 hizo habitar allí a los hambrientos, y ellos fundaron una ciudad habitable. 37 Sembraron campos, plantaron viñedos, obtuvieron abundantes cosechas. 38 Dios los bendijo y se multiplicaron, y no dejó que menguaran sus rebaños.

39 Pero si merman y son humillados, es por la opresión, la maldad y la aflicción. 40 Dios desdeña a los nobles y los hace vagar por desiertos sin senderos. 41 Pero a los necesitados los saca de su miseria, y hace que sus familias crezcan como rebaños. 42 Los rectos lo verán y se alegrarán,  pero todos los impíos serán acallados.

43 Quien sea sabio, que considere estas cosas y entienda bien el gran amor del Señor.

Salmo 126 – Cántico de los peregrinos.
Cuando el Señor hizo volver a Sión a los cautivos, nos parecía estar soñando.
Nuestra boca se llenó de risas; nuestra lengua, de canciones jubilosas. Hasta los otros pueblos decían:

«El Señor ha hecho grandes cosas por ellos.» Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros, y eso nos llena de alegría.

Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos como haces volver los arroyos del desierto.El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha. El que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus gavillas.

21 DE SEPTIEMBRE 2016

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Lectura para hoy: Dan 11; Esdras 1-3

Daniel 11 – Los reyes del norte y del sur
1 » ”Cuando Darío el Medo estaba en el primer año de su reinado, también le brindé mi apoyo y mi ayuda.

» ”Pero ahora voy a darte a conocer la verdad. Van a levantarse en Persia tres reyes más, y hasta un cuarto, el cual será más rico que los otros tres. En cuanto haya cobrado fuerza con sus riquezas, incitará a todos contra el reino griego. Surgirá entonces un rey muy aguerrido, el cual gobernará con lujo de fuerza y hará lo que mejor le parezca. Pero tan pronto como surja su imperio, se resquebrajará y se esparcirá hacia los cuatro vientos del cielo. Este imperio no será para sus descendientes, ni tendrá el poder que tuvo bajo su gobierno, porque Dios lo dividirá y se lo entregará a otros.

» ”El rey del sur cobrará fuerza, pero uno de sus comandantes se hará más fuerte que él, y con alarde de poder gobernará sobre su propio imperio. Pasados algunos años harán una alianza: la hija del rey del sur se casará con el rey del norte, y harán las paces, aunque ella no retendrá su poder, y el poder del rey tampoco durará. Ella será traicionada, junto con su escolta, su hijo y su esposo.

» ”En esos días, uno de la familia real usurpará el trono de la hija del rey del sur, y con su ejército atacará al rey del norte y a la fortaleza real, saliendo victorioso de la lucha. Se apoderará de las estatuas de metal de sus dioses, y de sus objetos de oro y plata, y se los llevará a Egipto, dejando tranquilo al rey del norte durante algunos años. Luego el rey del norte invadirá los dominios del rey del sur, pero se verá forzado a volver a su país. 10 Tocará a sus hijos alistarse para la guerra, y reunirán a un gran ejército que, como una inundación, avanzará arrasándolo todo hasta llegar a la fortaleza.

11 » ”Enfurecido, el rey del sur marchará en contra del rey del norte, que será derrotado a pesar de contar con un gran ejército. 12 Ante el triunfo obtenido, el rey del sur se llenará de orgullo y matará a miles, pero su victoria no durará 13 porque el rey del norte reunirá a otro ejército, más numeroso y mejor armado que el anterior, y después de algunos años volverá a atacar al rey del sur.

14 » ”Mira, Daniel, por ese tiempo habrá muchos que se rebelarán contra el rey del sur, incluso gente violenta de tu pueblo, pero no saldrán victoriosos. Así se cumplirá la visión. 15 Entonces el rey del norte vendrá y levantará rampas de asalto y conquistará la ciudad fortificada, pues las fuerzas del sur no podrán resistir; ¡ni siquiera sus mejores tropas podrán ofrecer resistencia! 16 El ejército invasor hará de las suyas, pues nadie podrá hacerle frente, y se establecerá en nuestra hermosa tierra, la cual quedará bajo su dominio. 17 El rey del norte se dispondrá a atacar con todo el poder de su reino, pero hará una alianza con el rey del sur: éste le dará su hija en matrimonio, con miras a derrocar su reino, pero sus planes no tendrán el éxito esperado. 18 Dirigirá entonces sus ataques contra las ciudades costeras, y conquistará muchas de ellas, pero un general responderá a su insolencia y lo hará quedar en ridículo. 19 Después de eso, el rey del norte regresará a la fortaleza de su país, pero sufrirá un tropiezo y no volverá a saberse nada de él.

20 » ”Después del rey del norte, ocupará el trono un rey que, para mantener el esplendor del reino, enviará a un recaudador de impuestos. Pero poco tiempo después ese rey perderá la vida, aunque no en el fragor de la batalla.
21 » ”En su lugar reinará un hombre despreciable, indigno de ser rey, que invadirá el reino cuando la gente se sienta más segura y, recurriendo a artimañas, usurpará el trono. 22 Arrasará como una inundación a las fuerzas que se le opongan; las derrotará por completo, lo mismo que al príncipe del pacto. 23 Engañará a los que pacten con él, y con un grupo reducido usurpará el trono. 24 Cuando las provincias más ricas se sientan más seguras, las invadirá, logrando así lo que jamás lograron sus padres y abuelos. Repartirá entre sus seguidores el botín y las riquezas que haya ganado en la guerra, y hará planes para atacar las ciudades fortificadas.

» ”Pero esto no durará mucho tiempo. 25 Envalentonado por su fuerza, ese hombre atacará al rey del sur con un gran ejército. Al frente de un ejército muy grande y poderoso, el rey del sur responderá al ataque; pero no podrá vencerlo, porque será traicionado. 26 Los mismos que compartían su mesa buscarán su ruina; su ejército será derrotado por completo, y muchos caerán en batalla. 27 Sentados a la misma mesa, estos dos reyes pensarán sólo en hacerse daño, y se mentirán el uno al otro; pero esto de nada servirá, porque el momento del fin todavía no habrá llegado. 28 El rey del norte regresará a su país con grandes riquezas, pero antes profanará el santo templo, así que llevará a cabo sus planes y luego volverá a su país.

29 » ”En el momento preciso, el rey del norte volverá a invadir el sur, aunque esta vez el resultado será diferente, 30 porque los barcos de guerra de las costas occidentales se opondrán a él y le harán perder el valor. Entonces retrocederá y descargará su enojo contra el santo templo. En su retirada, se mostrará bondadoso con los que renegaron de él. 31 Sus fuerzas armadas se dedicarán a profanar la fortaleza del templo, y suspenderán el sacrificio diario, estableciendo el horrible sacrilegio. 32 Corromperá con halagos a los que hayan renegado del pacto, pero los que conozcan a su Dios se le opondrán con firmeza.

33 » ”Los sabios instruirán a muchos, aunque durante algún tiempo morirán a filo de espada, o serán quemados, o se les tomará cautivos y se les despojará de todo. 34 Cuando caigan, recibirán muy poca ayuda, aunque mucha gente hipócrita se les unirá. 35 Algunos de los sabios caerán, pero esa prueba los purificará y perfeccionará, para que cuando llegue la hora final no tengan mancha alguna. Todavía falta mucho para que llegue el momento preciso.

El rey se exalta a sí mismo
36 » ”El rey hará lo que mejor le parezca. Se exaltará a sí mismo, se creerá superior a todos los dioses, y dirá cosas del Dios de dioses que nadie antes se atrevió a decir. Su éxito durará mientras la ira de Dios no llegue a su colmo, aunque lo que ha de suceder, sucederá. 37 Ese rey no tomará en cuenta a los dioses de sus antepasados, ni al dios que adoran las mujeres, ni a ningún otro dios, sino que se exaltará a sí mismo por encima de todos ellos. 38 En su lugar, adorará al dios de las fortalezas; honrará a un dios que sus antepasados no conocieron, y le presentará costosas ofrendas de oro, plata y piedras preciosas. 39 Con la ayuda de un dios extraño atacará las fortalezas más poderosas, y rendirá grandes honores a aquellos que lo reconozcan, pues en recompensa los pondrá como gobernadores de grandes multitudes y les dará tierras.

40 » ”Cuando llegue la hora final, el rey del sur trabará combate contra el rey del norte, pero éste responderá a su ataque con carros y caballos y con toda una flota de barcos de guerra. Invadirá muchos países, y los arrasará como una inundación. 41 También invadirá nuestro hermoso país, y muchos países caerán bajo su poder, aunque Edom y Moab y los jefes de Amón escaparán de sus manos. 42 Extenderá su poder sobre muchos países, y ni Egipto podrá salvarse. 43 Se adueñará de los tesoros de oro y plata de Egipto, y de todas sus riquezas, y también someterá a los libios y a los etíopes. 44 Sin embargo, le llegarán noticias alarmantes del este y del norte, y en su furor se pondrá en marcha dispuesto a destruir y matar a mucha gente. 45 Plantará su campamento real entre el mar y el bello monte santo; pero allí le llegará su fin, y nadie acudirá en su ayuda.

Esdras 1 – Decreta de Ciro
1 En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, el Señor dispuso el corazón del rey para que éste promulgara un decreto en todo su reino y así se cumpliera la palabra del Señor por medio del profeta Jeremías. Tanto oralmente como por escrito, el rey decretó lo siguiente:

«Esto es lo que ordena Ciro, rey de Persia:
»El Señor, Dios del cielo, que me ha dado todos los reinos de la tierra, me ha encargado que le construya un templo en la ciudad de Jerusalén, que está en Judá. Por tanto, cualquiera que pertenezca a Judá, vaya a Jerusalén a construir el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que habita en Jerusalén; y que Dios lo acompañe. También ordeno que los habitantes de cada lugar donde haya judíos sobrevivientes los ayuden dándoles plata y oro, bienes y ganado, y ofrendas voluntarias para el templo de Dios en Jerusalén.»

El regreso de los judíos
Entonces los jefes de familia de Benjamín y de Judá, junto con los sacerdotes y levitas, es decir, con todos aquellos en cuyo corazón Dios puso el deseo de construir el templo, se dispusieron a ir a Jerusalén. Todos sus vecinos los ayudaron con plata y oro, bienes y ganado, objetos valiosos y todo tipo de ofrendas voluntarias. Además, el rey Ciro hizo sacar los utensilios que Nabucodonosor se había llevado del templo del Señor en Jerusalén y había depositado en el templo de su dios. Ciro los entregó a su tesorero Mitrídates, el cual los contó y se los pasó a Sesbasar, jefe de Judá.

El inventario de dichos utensilios fue el siguiente: tazones de oro 30; tazones de plata 1000; Cuchillos 29; 10 tazas de oro 30; tazas de plata 410; objetos diversos 1000. 11 En total fueron cinco mil cuatrocientos los utensilios de oro y de plata. Todos estos objetos los llevó Sesbasar a Jerusalén cuando a los deportados se les permitió regresar de Babilonia.

Esdras  2 – Lista de los que regresaron
1 La siguiente es la lista de la gente de la provincia que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautiva a Babilonia, y a la que se le permitió regresar a Jerusalén y a Judá. Cada uno volvió a su propia población en compañía de Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Seraías, Relaías, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejún y Baná.
Ésta es la lista de los israelitas que regresaron:

de Parós 2,172; 19 de Jasún 223;
de Sefatías 372; 20 de Guibar 95;
de Araj 775; 21 de Belén 123;
de Pajat Moab, es decir, de Jesúa y Joab 2,812; 22 de Netofa 56;
de Elam 1,254; 23 de Anatot 128;
de Zatú 945; 24 de Azmávet 42;
de Zacay 760; 25 de Quiriat Yearín, Cafira y Berot 743;
10 de Baní 642; 26 de Ramá y Gueba 621;
11 de Bebay 623; 27 de Micmás 122;
12 de Azgad1,222; 28 de Betel y de Hai 223;
13 de Adonicán 666; 29 de Nebo 52;
14 de Bigvay 2,056; 30 de Magbís 156;
15 de Adín 454; 31 del otro Elam 1,254;
16 de Ater, es decir, de Ezequías 98; 32 de Jarín 320;
17 de Bezay 323; 33 de Lod, Jadid y Ono 725;
18 de Jorá 112; 34 de Jericó 345;
35 de Sená 3,630.

36 De los sacerdotes descendientes de Jedaías, de la familia de Jesúa 973;
37 de Imer 1,052; 38 de Pasur 1247; 39 de Jarín 1017.
40 De los levitas descendientes de Jesúa y de Cadmiel, que pertenecían a la familia de Hodavías 74; 41 De los cantores descendientes de Asaf 128; 42 De los porteros descendientes De Salún, Ater, Talmón, Acub, Jatitá y Sobay 139

43 Los servidores del templo eran de las familias de Zijá, Jasufá, Tabaot, 44 Querós, Sigajá, Padón, 45 Lebaná, Jagabá, Acub, 46 Jagab, Salmay, Janán, 47 Guidel, Gajar, Reaías, 48 Rezín, Necoda, Gazán, 49 Uza, Paseaj, Besay, 50 Asena, Meunín, Nefusín, 51 Bacbuc, Jacufá, Jarjur, 52 Baslut, Mejidá, Jarsa, 53 Barcós, Sísara, Temá, 54 Neziaj y Jatifá.

55 Los descendientes de los servidores de Salomón eran de las familias de Sotay, Soféret, Peruda, 56 Jalá, Darcón, Guidel, 57 Sefatías, Jatil, Poquéret Hasebayin y Amón. 58 Los servidores del templo y de los descendientes de los servidores de Salomón 392 59 Los siguientes regresaron de Tel Melaj, Tel Jarsá, Querub, Adón e Imer, pero no pudieron demostrar ascendencia israelita:  60 De los descendientes de Delaías, Tobías y Necoda 652

61 De entre los sacerdotes, los siguientes tampoco pudieron demostrar su ascendencia israelita: los descendientes de Jabaías, Cos y Barzilay (este último se casó con una de las hijas de un galaadita llamado Barzilay, del cual tomó su nombre). 62 Éstos buscaron sus registros genealógicos, pero como no los encontraron, fueron excluidos del sacerdocio. 63 A ellos el gobernador les prohibió comer de los alimentos sagrados hasta que un sacerdote decidiera su suerte por medio del urim y el tumim.

64 El número total de los miembros de la asamblea era de cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 65 sin contar a esclavos y esclavas, que sumaban siete mil trescientos treinta y siete; y tenían doscientos cantores y cantoras. 66 Tenían además setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas, 67 cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte burros.

68 Cuando llegaron al templo del Señor en Jerusalén, algunos jefes de familia dieron donativos para que se reconstruyera el templo de Dios en el mismo sitio. 69 De acuerdo con sus capacidades económicas dieron, para la obra de reconstrucción, cuatrocientos ochenta y ocho kilos de oro, dos mil setecientos cincuenta kilos de plata y cien túnicas sacerdotales. 70 Los sacerdotes, los levitas y algunos del pueblo se establecieron en Jerusalén, en tanto que los cantores, los porteros, los servidores del templo y los demás israelitas se fueron a vivir a sus propias poblaciones.

Esdras 3  – Restauración del altar
1 En el mes séptimo, cuando ya todos los israelitas se habían establecido en sus poblaciones, se reunió el pueblo en Jerusalén con un mismo propósito. Entonces Jesúa hijo de Josadac con sus parientes, que eran sacerdotes, y Zorobabel hijo de Salatiel con sus parientes empezaron a construir el altar del Dios de Israel para ofrecer holocaustos, según lo estipulado en la ley de Moisés, hombre de Dios. A pesar del miedo que tenían de los pueblos vecinos, colocaron el altar en su mismo sitio. Y todos los días, por la mañana y por la tarde, ofrecían holocaustos al Señor. Luego, según lo estipulado en la ley, celebraron la fiesta de las Enramadas, ofreciendo el número de holocaustos prescrito para cada día, como también los holocaustos diarios, los de luna nueva, los de las fiestas solemnes ordenadas por el Señor, y los que el pueblo le ofrecía voluntariamente. A pesar de que aún no se habían echado los cimientos del templo, desde el primer día del mes séptimo el pueblo comenzó a ofrecer holocaustos al Señor.

Se comienza la reconstrucción del templo
Luego dieron dinero a los albañiles y carpinteros. A los de Sidón y Tiro les dieron comida, bebida y aceite para que por mar llevaran madera de cedro desde el Líbano hasta Jope, conforme a la autorización que había dado Ciro, rey de Persia. Zorobabel hijo de Salatiel, y Jesúa hijo de Josadac, junto con el resto de sus parientes, que eran sacerdotes, y con los levitas y con todos los que habían regresado del cautiverio, comenzaron la reconstrucción del templo en el mes segundo del segundo año de haber llegado a Jerusalén. A los levitas mayores de veinte años les encomendaron la tarea de supervisar las obras del templo del Señor. Entonces Jesúa, junto con sus hijos y hermanos, y Cadmiel y sus hijos, que eran descendientes de Hodavías, y los descendientes de Henadad, y sus hijos y hermanos, que eran levitas, se unieron para supervisar a los obreros que trabajaban en el templo de Dios.

10 Cuando los constructores echaron los cimientos del templo del Señor, los sacerdotes llegaron con sus vestimentas sagradas y los levitas descendientes de Asaf, con sus platillos, ocuparon su lugar para alabar al Señor, según lo establecido por David, rey de Israel. 11 Todos daban gracias al Señor, y a una le cantaban esta alabanza: «Dios es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre.» Y todo el pueblo alabó con grandes aclamaciones al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo. 12 Muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y habían conocido el primer templo, prorrumpieron en llanto cuando vieron los cimientos del nuevo templo, mientras muchos otros gritaban de alegría. 13 Y no se podía distinguir entre los gritos de alegría y las voces de llanto, pues la gente gritaba a voz en cuello, y el ruido se escuchaba desde muy lejos.