30 de abril 2015

Lapislazuli
Lectura para hoy:
Éxodo 26, 27

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Éxodo 26 (RVR1960) – El tabernáculo
1 Harás el tabernáculo de diez cortinas de lino torcido, azul, púrpura y carmesí; y lo harás con querubines de obra Primorosa. 2 La longitud de una cortina de veintiocho codos, y la anchura de la misma cortina de cuatro codos; todas las cortinas tendrán una misma medida. 3 Cinco cortinas estarán unidas una con la otra, y las otras cinco cortinas unidas una con la otra. 4 Y harás lazadas de azul en la orilla de la última cortina de la primera unión; lo mismo harás en la orilla de la cortina de la segunda unión. 5 Cincuenta lazadas harás en la primera cortina, y cincuenta  lazadas harás en la orilla de la cortina que está en la segunda unión; las lazadas estarán contrapuestas la una a la otra.

6 Harás también cincuenta corchetes de oro, con los cuales enlazarás las cortinas la una con la otra, y se formará un tabernáculo. 7 Harás asimismo cortinas de pelo de cabra para una cubierta sobre el tabernáculo; once cortinas harás. 8 La longitud de cada cortina será de treinta codos, y la anchura de cada cortina de cuatro codos; una misma medida tendrán las once cortinas. 9 Y unirás cinco cortinas aparte y las otras seis cortinas aparte; y doblarás la sexta cortina en el frente del tabernáculo. 10 Y harás cincuenta lazadas en la orilla de la cortina, al borde en la unión, y cincuenta lazadas en la orilla de la cortina de la segunda unión. 11 Harás asimismo cincuenta corchetes de bronce, los cuales meterás por las lazadas; y enlazarás las uniones para que se haga una sola cubierta. 12 Y la parte que sobra en las cortinas de la tienda, la mitad de la cortina que sobra, colgará a espaldas del tabernáculo. 13 Y un codo de un lado, y otro codo del otro lado, que sobra a lo largo de las cortinas de la tienda, colgará sobre los lados del tabernáculo a un lado y al otro, para cubrirlo. 14 Harás también a la tienda una cubierta de pieles de carneros teñidas de rojo, y una cubierta de  pieles de tejones encima.

15 Y harás para el tabernáculo tablas de madera de acacia, que estén derechas. 16 La longitud de cada tabla será de diez codos, y de codo y medio la anchura. 17 Dos espigas tendrá cada tabla, para unirlas una con otra; así harás todas las tablas del tabernáculo.  18 Harás, pues, las tablas del tabernáculo; veinte tablas al lado del mediodía, al sur. 19 Y harás cuarenta basas de plata debajo de las veinte tablas; dos basas debajo de una tabla para sus dos espigas, y dos basas debajo de otra tabla para sus dos espigas. 20 Y al otro lado del tabernáculo, al lado del norte, veinte tablas; 21 y sus cuarenta basas de plata; dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de otra tabla. 22 Y para el lado posterior del tabernáculo, al occidente, harás seis tablas. 23 Harás además dos tablas para las esquinas del tabernáculo en los dos ángulos  posteriores; 24 las cuales se unirán desde abajo, y asimismo se juntarán por su alto con un gozne; así será con las otras dos; serán para las dos esquinas.

25 De suerte que serán ocho tablas, con sus basas de plata, dieciséis basas; dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de otra tabla. 26 Harás también cinco barras de madera de acacia, para las tablas de un lado del tabernáculo, 27 y cinco barras para las tablas del otro lado del tabernáculo, y cinco barras para las tablas del lado posterior del tabernáculo, al occidente. 28 Y la barra de en medio pasará por en medio de las tablas, de un extremo al otro. 29 Y cubrirás de oro las tablas, y harás sus anillos de oro para meter por ellos las barras; también cubrirás de oro las barras. 30 Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte.

31 También harás un velo de azul, púrpura, carmesí y lino torcido; será hecho de obra primorosa, con querubines; 32 y lo pondrás sobre cuatro columnas de madera de acacia cubiertas de oro; sus capiteles de oro, sobre basas de plata. 33 Y pondrás el velo debajo de los corchetes, y meterás allí, del velo adentro, el arca del testimonio; y aquel velo os hará separación entre el lugar santo y el santísimo. 34 Pondrás el propiciatorio sobre el arca del testimonio en el lugar santísimo. 35 Y pondrás la mesa fuera del velo, y el candelero enfrente de la mesa al lado sur del tabernáculo; y pondrás la mesa al lado del norte.

36 Harás para la puerta del tabernáculo una cortina de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, obra de recamador. 37 Y harás para la cortina cinco columnas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro, con sus capiteles de oro; y fundirás cinco basas de bronce para ellas.

Éxodo 27 (RVR1960) – El altar de bronce
1 Harás también un altar de madera de acacia de cinco codos de longitud, y de cinco codos de anchura; será cuadrado el altar, y su altura de tres codos. 2 Y le harás cuernos en sus cuatro esquinas; los cuernos serán parte del mismo; y lo cubrirás de bronce. 3 Harás también sus calderos para recoger la ceniza, y sus paletas, sus tazones, sus garfios y sus braseros; harás todos sus utensilios de bronce. 4 Y le harás un enrejado de bronce de obra de rejilla, y sobre la rejilla harás cuatro anillos de bronce a sus cuatro esquinas. 5 Y la pondrás dentro del cerco del altar abajo; y llegará la rejilla hasta la mitad del altar.

6 Harás también varas para el altar, varas de madera de acacia, las cuales cubrirás de bronce. 7 Y las varas se meterán por los anillos, y estarán aquellas varas a ambos lados del altar cuando sea llevado. 8 Lo harás hueco, de tablas; de la manera que te fue mostrado en el monte, así lo harás.

El atrio del tabernáculo
9 Asimismo harás el atrio del tabernáculo. Al lado meridional, al sur, tendrá el atrio cortinas de lino torcido, de cien codos de longitud para un lado. 10 Sus veinte columnas y sus veinte basas serán de bronce; los capiteles de las columnas y sus molduras, de plata. 11 De la misma manera al lado del norte habrá a lo largo cortinas de cien codos de longitud, y sus veinte columnas con sus veinte basas de bronce; los capiteles de sus columnas y sus molduras, de plata. 12 El ancho del atrio, del lado occidental, tendrá cortinas d e cincuenta codos; sus columnas diez, con sus diez basas. 13 Y en el ancho del atrio por el lado del oriente, al este, habrá cincuenta codos. 14 Las cortinas a un lado de la entrada serán de quince codos; sus columnas tres, con sus tres basas. 15 Y al otro lado, quince codos de cortinas; sus columnas tres, con sus tres basas.

16 Y para la puerta del atrio habrá una cortina de veinte codos, de azul, púrpura y carmesí, y lino torcido, de obra de recamador; sus columnas cuatro, con sus cuatro basas. 17 Todas las columnas alrededor del atrio estarán ceñidas de plata; sus capiteles de plata, y sus basas de bronce. 18 La longitud del atrio será de cien codos, y la anchura cincuenta por un lado y cincuenta por el otro, y la altura de cinco codos; sus cortinas de lino torcido, y sus basas de bronce. 19 Todos los  utensilios del tabernáculo en todo su servicio, y todas sus estacas, y todas las estacas del atrio, serán de bronce.

Aceite para las lámparas
20 Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas. 21 En el tabernáculo de reunión, afuera del velo que está delante del testimonio, las pondrá en orden Aarón y sus hijos para que ardan delante de Jehová desde la tarde hasta la mañana, como estatuto perpetuo de los hijos de Israel por sus generaciones.

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29 de abril 2015

Glory
Lectura para hoy:
Éxodo 24, 25

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Éxodo 24 (NTV) Israel acepta el pacto del Señor
1 Luego el Señor instruyó a Moisés: «Sube para encontrarte conmigo, y ven junto con Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel. Todos tendrán que adorar de lejos; 2 solo a Moisés se le permite acercarse al Señor. Los demás no se acercarán, y a nadie del pueblo se le permite subir al monte con él». 3 Después Moisés descendió y le repitió al pueblo todas las instrucciones y ordenanzas que el Señor le había dado, y todo el pueblo respondió a una voz: «Haremos todo lo que el Señor ha ordenado».

4 Entonces Moisés escribió cuidadosamente todas las instrucciones del Señor, y temprano a la mañana siguiente se levantó y construyó un altar al pie del monte. También levantó doce columnas, una por cada tribu de Israel. 5 Luego envió a unos jóvenes israelitas a presentar ofrendas quemadas y a sacrificar toros como ofrendas de paz al Señor. 6 Moisés dejó escurrir la mitad de la sangre de estos animales en unos tazones; la otra mitad la salpicó sobre el altar. 7 Luego tomó el libro del pacto y lo leyó al pueblo en voz alta. Una vez más todos respondieron: «Haremos todo lo que el Señor ha ordenado. Vamos a obedecer». 8 Entonces Moisés tomó la sangre de los tazones y la salpicó sobre el pueblo, mientras declaraba: «Esta sangre confirma el pacto que el Señor ha hecho con ustedes al darles estas instrucciones».

9 Después Moisés, Aarón, Nadab y Abiú, y los setenta ancianos de Israel subieron al monte. 10 Allí vieron al Dios de Israel. Debajo de sus pies parecía haber una superficie de lapislázuli de color azul brillante, tan clara como el mismo cielo. 11 Aunque estos nobles de Israel pudieron contemplar a Dios, él no los destruyó. De hecho, compartieron una comida para celebrar el pacto, en la cual comieron y bebieron en su presencia.

12 Luego el Señor le dijo a Moisés: «Sube al monte para encontrarte conmigo. Espera allí, y te daré las tablas de piedra en las que he escrito las instrucciones y los mandatos para que puedas enseñar al pueblo». 13 Entonces Moisés y su ayudante Josué salieron, y Moisés subió al monte de Dios. 14 Moisés les dijo a los ancianos: «Quédense aquí y espérennos hasta que regresemos. Aarón y Hur se quedan aquí con ustedes; si alguien tiene algún altercado durante mi ausencia, que consulte con ellos».

15 Luego Moisés subió al monte, el cual quedó cubierto por la nube. 16 Entonces la gloria del Señor se posó sobre el monte Sinaí, y durante seis días la nube cubrió el monte. Al séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde el interior de la nube. 17 Para los israelitas que estaban al pie del monte, la gloria del Señor, que estaba sobre la cima del monte, parecía como un fuego consumidor. 18 Entonces Moisés fue desapareciendo en la nube a medida que subía al monte, y permaneció en el monte cuarenta días y cuarenta noches.

Éxodo 25 (NTV) Ofrendas para el tabernáculo
1 El Señor le dijo a Moisés: 2 «Dile al pueblo de Israel que me traiga sus ofrendas sagradas. Acepta las contribuciones de todos los que tengan el corazón dispuesto a ofrendar. 3 La siguiente es una lista de las ofrendas sagradas que podrás aceptar de ellos: oro, plata y bronce; 4 hilo azul, púrpura y escarlata; lino fino y pelo de cabra para tela; 5 pieles de carnero curtidas y cuero de cabra de la mejor calidad; madera de acacia; 6 aceite de oliva para las lámparas; especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático; 7 piedras de ónice y otras piedras preciosas para incrustar en el efod y en el pectoral del sacerdote.

8 »Haz que los israelitas me construyan un santuario santo para que yo habite en medio de ellos. 9 Deberán construir el tabernáculo y su mobiliario exactamente según el modelo que te mostraré.

Instrucciones para el arca del pacto
10 »Haz que el pueblo construya un arca con madera de acacia, un cofre sagrado que mida un metro con quince centímetros de largo, sesenta y nueve centímetros de ancho, y sesenta y nueve centímetros de alto. 11 Recúbrela de oro puro por dentro y por fuera, y ponle una moldura de oro alrededor. 12 Funde cuatro anillos de oro y sujétalos a sus cuatro patas, dos anillos en cada lado. 13 Haz también varas con madera de acacia y recúbrelas de oro. 14 Mete las varas por los anillos que están a los costados del arca para transportarla. 15 Estas varas para transportar el arca deberán quedar dentro de los anillos; nunca las quites. 16 Cuando el arca esté terminada, pon dentro de ella las tablas de piedra, las tablas grabadas con las condiciones del pacto que te entregaré.

17 »Después haz la tapa del arca —el lugar de la expiación— de oro puro. Tendrá que medir un metro con quince centímetros de largo, por sesenta y nueve centímetros de ancho. 18 Luego forma dos querubines de oro labrado a martillo y colócalos en los dos extremos de la tapa de la expiación. 19 Moldea los querubines a cada extremo de la tapa de la expiación, de modo que formen una sola pieza de oro con la tapa. 20 Los querubines estarán frente a frente, mirando hacia la tapa de la expiación; con las alas extendidas por encima de la tapa para protegerla. 21 Coloca dentro del arca las dos tablas de piedra grabadas con las condiciones del pacto que te entregaré. Luego pon la tapa de la expiación encima del arca. 22 Allí me encontraré contigo y te hablaré desde encima de la tapa de la expiación, entre los querubines de oro, que están suspendidos sobre el arca del pacto. Desde allí te daré mis mandatos para el pueblo de Israel.

Instrucciones para la mesa
23 »Luego haz una mesa con madera de acacia que mida noventa y dos centímetros de largo, cuarenta y seis centímetros de ancho, y sesenta y nueve centímetros de alto. 24 Recúbrela de oro puro y ponle una moldura de oro alrededor del borde. 25 Adórnala con un reborde de ocho centímetros de ancho y ponle una moldura de oro alrededor del reborde.
26 Haz cuatro anillos de oro para la mesa y sujétalos en las cuatro esquinas, junto a las cuatro patas. 27 Sujeta los anillos cerca del reborde para sostener las varas que se usan para transportar la mesa. 28 Haz estas varas con madera de acacia y recúbrelas de oro. 29 Haz recipientes especiales de oro puro para la mesa —tazones, cacerolas, jarras y frascos— los cuales se usarán al derramar las ofrendas líquidas. 30 Coloca sobre la mesa el pan de la Presencia para que esté siempre delante de mí.

Instrucciones para el candelabro
31 »Haz un candelabro de oro puro labrado a martillo. Todo el candelabro y sus decoraciones serán de una sola pieza: la base, el tronco, las copas para las lámparas, los capullos y los pétalos. 32 Hazlo con seis ramas que salgan del tronco, tres a cada lado. 33 Cada una de las seis ramas tendrá tres copas para las lámparas en forma de flor de almendro, con capullos y pétalos. 34 Trabaja artesanalmente el tronco del candelabro con cuatro copas para las lámparas en forma de flor de almendro, con capullos y pétalos. 35 También habrá un brote de almendro debajo de cada par de ramas, donde las seis ramas salen del tronco. 36 Los brotes de almendro y las ramas deben ser de una sola pieza con el tronco, y de oro puro labrado a martillo. 37 Luego haz las siete lámparas para el candelabro y acomódalas de tal manera que reflejen la luz hacia adelante. 38 Las despabiladeras de las lámparas y las bandejas también serán de oro puro. 39 Necesitarás treinta y cuatro kilos de oro puro para formar el candelabro y sus accesorios. 40 »Asegúrate de hacer todo según el modelo que te mostré aquí en la montaña.
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28 de abril 2015

Paz

Lectura para hoy:
Éxodo 22, 23

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Éxodo 22 (RVR1960) –Leyes sobre la restitución
1 Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas. 2 Si el ladrón fuere hallado forzando una casa, y fuere herido y muriere, el que lo hirió no será culpado de su muerte. 3 Pero si fuere de día, el autor de la muerte será reo de homicidio. El ladrón hará completa restitución; si no tuviere con qué, será vendido por su hurto. 4 Si fuere hallado con el hurto en la mano, vivo, sea buey o asno u oveja, pagará el doble. 5 Si alguno hiciere pastar en campo o viña, y metiere su bestia en campo de otro, de lo mejor de su campo y de lo mejor de su viña pagará.

Cuando se prendiere fuego, y al quemar espinos quemare mieses amontonadas o en pie, o campo, el que encendió el fuego pagará lo quemado. 7 Cuando alguno diere a su prójimo plata o alhajas a guardar, y fuere hurtado de la casa de aquel hombre, si el ladrón fuere hallado, pagará el doble. 8 Si el ladrón no fuere hallado, entonces el dueño de la casa será presentado a los jueces, para que se vea si ha metido su mano en los bienes de su prójimo.

9 En toda clase de fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre vestido, sobre toda cosa perdida, cuando alguno dijere: Esto es mío, la causa de ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces condenaren, pagará el doble a su prójimo. 10 Si alguno hubiere dado a su prójimo asno, o buey, u oveja, o cualquier otro animal a guardar, y éste muriere o fuere estropeado, o fuere llevado sin verlo nadie; 11 juramento de Jehová habrá entre ambos, de que no metió su mano a los bienes de su prójimo; y su dueño lo aceptará, y el otro no pagará. 12 Mas si le hubiere sido hurtado, resarcirá a su dueño. 13 Y si le hubiere sido arrebatado por fiera, le traerá testimonio, y no pagará lo arrebatado. 14 Pero si alguno hubiere tomado prestada bestia de su prójimo, y fuere estropeada o muerta, estando ausente su dueño, deberá pagarla. 15 Si el dueño estaba presente no la pagará. Si era alquilada, reciba el dueño el alquiler.

Leyes humanitarias
16 Si alguno engañare a una doncella que no fuere desposada, y durmiere con ella, deberá dotarla y tomarla por mujer. 17 Si su padre no quisiere dársela, él le pesará plata conforme a la dote de las vírgenes. 18A la hechicera no dejarás que viva. 19 Cualquiera que cohabitare con bestia, morirá. 20 El que ofreciere sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto. 21 Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. 22 A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. 23 Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; 24 y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos.

25 Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura. 26 Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás. 27 Porque sólo eso es su cubierta, es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿En qué dormirá? Y cuando él clamare a mí, yo le oiré, porque soy misericordioso. 28 No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo. 29 No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar. Me darás el primogénito de tus hijos. 30 Lo mismo harás con el de tu buey y de tu oveja; siete días estará con su madre, y al octavo día me lo darás. 31 Y me seréis varones santos. No comeréis carne destrozada por las fieras en el campo; a los perros la echaréis.

Éxodo 23 (RVR1960)
1 No admitirás falso rumor. No te concertarás con el impío para ser testigo falso.2 No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravios;3 ni al pobre distinguirás en su causa.

4 Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. 5 Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda? Antes bien le ayudarás a levantarlo. 6  8 No recibirás presente; porque el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos.  9 Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.

10

Las tres fiestas anuales
14 Tres veces en el año me celebraréis fiesta. 15 La fiesta de los panes sin levadura guardarás. Siete días comerás los panes sin levadura, como yo te mandé, en el tiempo del mes de Abib, porque en él saliste de Egipto; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías. 16 También la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores,que hubieres sembrado en el campo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año, cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo.c17 Tres veces en el año se presentará todo varón delante de Jehová el Señor.

18 No ofrecerás con pan leudo la sangre de mi sacrificio, ni la grosura de mi víctima quedará de la noche hasta la mañana. 19 Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios. No guisarás el cabrito en la leche de su madre.

El Ángel de Jehová enviado para guiar a Israel
20 He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. 21 Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él. 22 Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

23 Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir. 24 No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo, y quebrarás totalmente sus estatuas. 25 Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti. 26 No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días. 27 Yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos.

28Enviaré delante de ti la avispa, que eche fuera al heveo, al cananeo y al heteo, de delante de ti. 29 No los echaré de delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las fieras del campo. 30 Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra. 31 Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Éufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti. 32 No harás alianza con ellos, ni con sus dioses. 33En tu tierra no habitarán, no sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses, porque te será tropiezo.

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27 de abril 2015

Clouds
Lectura para hoy:

Éxodo 19: 3-25; 20, 21

Éxodo 19: 3-25 (NTV)
3 Entonces Moisés subió al monte para presentarse delante de Dios. El Señor lo llamó desde el monte y le dijo: «Comunica estas instrucciones a la familia de Jacob; anúncialas a los descendientes de Israel: 4 “Ustedes vieron lo que hice con los egipcios. Saben cómo los llevé a ustedes sobre alas de águila y los traje hacia mí. 5 Ahora bien, si me obedecen y cumplen mi pacto, ustedes serán mi tesoro especial entre todas las naciones de la tierra; porque toda la tierra me pertenece. 6 Ustedes serán mi reino de sacerdotes, mi nación santa”. Este es el mensaje que debes transmitir a los hijos de Israel».

7 Entonces Moisés regresó del monte y llamó a los ancianos del pueblo y les comunicó todo lo que el Señor le había ordenado. 8 Y todo el pueblo respondió a una voz: «Haremos todo lo que el Señor ha ordenado». Entonces Moisés llevó al Señor la respuesta del pueblo.

9 Luego el Señor le dijo a Moisés: «Yo me presentaré ante ti en una densa nube, para que el pueblo pueda oírme cuando hable contigo; así ellos siempre confiarán en ti». Moisés le dijo al Señor lo que el pueblo había dicho. 10 Después el Señor le dijo a Moisés: «Desciende y prepara al pueblo para mi llegada. Conságralos hoy y mañana, y haz que laven sus ropas. 11 Asegúrate de que estén preparados para el tercer día, porque ese día el Señor descenderá sobre el monte Sinaí a la vista de todo el pueblo. 12 Marca un límite alrededor del monte y dile al pueblo esta advertencia: “¡Tengan cuidado! No suban al monte, ni siquiera toquen los límites. Cualquiera que toque el monte, será ejecutado. 13 Ninguna mano puede tocar a la persona o al animal que traspase el límite, sino que esa persona morirá apedreada o atravesada con flechas. Ellos tendrán que morir”. Sin embargo, cuando se oiga un toque prolongado del cuerno de carnero entonces el pueblo podrá subir al monte». 14 Así que Moisés descendió a donde estaba el pueblo. Consagró a la gente para la adoración, y ellos lavaron sus ropas. Les dijo: 15 «Prepárense para el tercer día y, hasta entonces, absténganse de tener relaciones sexuales».

16 En la mañana del tercer día, retumbaron truenos y destellaron relámpagos, y una nube densa descendió sobre el monte. Se oyó un fuerte y prolongado toque de cuerno de carnero, y todo el pueblo tembló.
17 Moisés llevó a la multitud fuera del campamento para encontrarse con Dios, y todos se pararon al pie de la montaña. El monte Sinaí estaba totalmente cubierto de humo, porque el Señor había descendido sobre él en forma de fuego. Nubes de humo subían al cielo como el humo que sale de un horno de ladrillos, y todo el monte se sacudía violentamente. 19 A medida que el sonido del cuerno de carnero se hacía cada vez más fuerte, Moisés hablaba y Dios le respondía con voz de trueno. 20 El Señor descendió sobre la cumbre del monte Sinaí y llamó a Moisés a la cima. Así que Moisés subió al monte. 21 Entonces el Señor le dijo a Moisés:
—Baja de nuevo y advierte al pueblo que no traspase los límites para ver al Señor, porque quien lo haga morirá. 22 Incluso los sacerdotes que se acercan al Señor con regularidad, deben purificarse para que el Señor no arremeta contra ellos y los destruya.
23 —Pero Señor —protestó Moisés—, la gente no puede subir al monte Sinaí. Tú ya nos lo advertiste; me dijiste: “Marca un límite alrededor del monte para que quede apartado como santo”. 24 Pero el Señor dijo: —Baja ahora y trae a Aarón cuando vuelvas. Mientras tanto, no permitas que los sacerdotes ni el pueblo traspasen el límite para acercarse al Señor de lo contrario él arremeterá contra ellos y los destruirá.

25 Entonces Moisés descendió a donde estaba el pueblo y les dijo lo que el Señor había dicho.

Éxodo 20 (NTV) – Los diez mandamientos para el pueblo del pacto
1 Luego Dios le dio al pueblo las siguientes instrucciones:
2 «Yo soy el Señor tu Dios, quien te rescató de la tierra de Egipto, donde eras esclavo. 3 »No tengas ningún otro dios aparte de mí.
4 »No te hagas ninguna clase de ídolo ni imagen de ninguna cosa que está en los cielos, en la tierra o en el mar. 5 No te inclines ante ellos ni les rindas culto, porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, quien no tolerará que entregues tu corazón a otros dioses. Extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos; toda la familia de los que me rechazan queda afectada, hasta los hijos de la tercera y la cuarta generación. 6 Pero derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los que me aman y obedecen mis mandatos.
7 »No hagas mal uso del nombre del Señor tu Dios. El Señor no te dejará sin castigo si usas mal su nombre.
8 »Acuérdate de guardar el día de descanso al mantenerlo santo. 9 Tienes seis días en la semana para hacer tu trabajo habitual, 10 pero el séptimo día es un día de descanso y está dedicado al Señor tu Dios. Ese día, ningún miembro de tu casa hará trabajo alguno. Esto se refiere a ti, a tus hijos e hijas, a tus siervos y siervas, a tus animales y también incluye a los extranjeros que vivan entre ustedes. 11 Pues en seis días el Señor hizo los cielos, la tierra, el mar, y todo lo que hay en ellos; pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día de descanso y lo apartó como un día santo.
12 »Honra a tu padre y a tu madre. Entonces tendrás una vida larga y plena en la tierra que el Señor tu Dios te da.
13 »No cometas asesinato.
14 »No cometas adulterio.
15 »No robes.
16 »No des falso testimonio contra tu prójimo.
17 »No codicies la casa de tu prójimo. No codicies la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su burro, ni ninguna otra cosa que le pertenezca».

18 Cuando los israelitas oyeron los truenos y el toque fuerte del cuerno de carnero y vieron los destellos de relámpagos y el humo que salía del monte, se mantuvieron a distancia, temblando de miedo.
19 Entonces le dijeron a Moisés:
—¡Háblanos tú y te escucharemos, pero que no nos hable Dios directamente, porque moriremos!
20 —¡No tengan miedo! —les respondió Moisés—, porque Dios ha venido de esta manera para ponerlos a prueba y para que su temor hacia él les impida pecar. 21 Así que el pueblo se mantuvo a distancia, pero Moisés se acercó a la nube oscura donde estaba Dios.

Uso apropiado de los altares
22 Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Dile al pueblo de Israel lo siguiente: “Ustedes han visto con sus propios ojos que les hablé desde el cielo. 23 Recuerden que no deben hacer ningún ídolo ni de plata ni de oro que compita conmigo. 24 »Háganme un altar de tierra y ofrézcanme sus sacrificios: sus ofrendas quemadas y ofrendas de paz, sus ovejas y cabras y su ganado. Constrúyanme un altar donde yo determine que recuerden mi nombre, y allí me presentaré ante ustedes y los bendeciré. 25 Si usan piedras para construir un altar, que sean piedras enteras y en su forma original. No den forma a las piedras con ninguna herramienta, pues eso haría que el altar fuera indigno de un uso santo. 26 No suban escalones para acercarse a mi altar, si lo hacen, alguien podría mirarles bajo la ropa y ver su desnudez”.

Éxodo 21 (NTV) – Trato justo de los esclavos
1 »Estas son las ordenanzas que darás a Israel:
2 »Si compras un esclavo hebreo, este podrá estar a tu servicio por no más de seis años. El séptimo año ponlo en libertad, y no te deberá nada por su libertad. 3 Si estaba soltero cuando pasó a ser tu esclavo, saldrá soltero; pero si ya estaba casado antes de ser tu esclavo, entonces su esposa tendrá que ser liberada junto con él. 4 »Si el amo le dio una esposa mientras era esclavo, y tuvieron hijos o hijas, entonces solo el hombre saldrá libre el séptimo año, pero su esposa e hijos seguirán siendo propiedad del amo. 5 Sin embargo, el esclavo puede declarar: “Yo amo a mi señor, a mi esposa y a mis hijos; no quiero ser libre”. 6 Si decide quedarse, el amo lo presentará delante de Dios. Luego el amo lo llevará a la puerta o al marco de la puerta y públicamente le perforará la oreja con un punzón. Después de esto, el esclavo servirá a su amo de por vida.

7 »Cuando un hombre venda a su hija como esclava, ella no saldrá libre al cabo de los seis años como en el caso de los hombres. 8 Si ella no satisface a su amo, él deberá permitir que la vuelvan a comprar; pero tendrá prohibido venderla a cualquier extranjero, ya que fue el amo quien no cumplió el contrato con ella. 9 Sin embargo, si el amo la entrega como esposa a su hijo, ya no podrá tratarla como esclava, sino como a una hija.

10 »Ahora bien, si un hombre ya está casado con una esclava, pero además se casa con otra mujer, este no deberá descuidar los derechos de la primera esposa en cuanto al alimento, el vestido y la intimidad sexual. 11 Si no cumple alguna de estas tres obligaciones, ella quedará libre sin tener que pagar nada.

Casos de daños personales
12 »Cualquiera que agreda y mate a otra persona será ejecutado, 13 pero si solo fue un accidente permitido por Dios, yo designaré un lugar de refugio adonde el responsable de la muerte podrá huir para ponerse a salvo. 14 Sin embargo, si alguien mata a otra persona a propósito, tendrán que agarrar al responsable, aunque esté frente a mi altar, y matarlo.

15 »Cualquiera que golpee a su padre o a su madre será ejecutado.

16 »Todo secuestrador será ejecutado, ya sea que encuentren a la víctima en su poder o que ya la haya vendido como esclavo. 17 »Cualquiera que deshonre a su padre o a su madre será ejecutado. 18 »Supongamos que dos hombres pelean, y uno golpea al otro con una piedra o con el puño, y la persona herida no muere pero tiene que guardar cama. 19 Si después puede levantarse y salir caminando de la casa, aunque fuera con muletas, entonces no se castigará al agresor, pero estará obligado a compensar a su víctima por el trabajo perdido y a pagar por su recuperación. 20 »Si un hombre golpea a su esclavo o a su esclava con un palo y debido a ello el esclavo muere, el amo tendrá que ser castigado. 21 Pero si en uno o dos días el esclavo se recupera, el amo no recibirá ningún castigo porque el esclavo es su propiedad.

22 »Supongamos que dos hombres pelean y, durante la lucha, golpean accidentalmente a una mujer embarazada y ella da a luz antes de término. Si ella no sufrió más heridas, el hombre que golpeó a la mujer estará obligado a pagar la compensación que el esposo de la mujer exija y que los jueces aprueben. 23 Pero si hay más lesiones, el castigo debe ser acorde a la gravedad del daño: vida por vida, 24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, 25 quemadura por quemadura, herida por herida, moretón por moretón. 26 »Si un hombre golpea a su esclavo o a su esclava en el ojo, y debido a ello lo deja ciego de ese ojo, tendrá que darle su libertad a modo de compensación por el ojo. 27 Y si le rompe un diente a su esclavo o esclava, tendrá que darle la libertad para compensarle el diente.

28 »Si un buey mata a cornadas a un hombre o a una mujer, habrá que apedrear al buey y se prohíbe comer su carne. En ese caso, sin embargo, el dueño del buey no será responsable. 29 Pero supongamos que el buey tenía fama de cornear, y el dueño ya había sido advertido pero no lo mantenía bajo control; si el buey posteriormente mata a alguien, habrá que apedrearlo, y el dueño también tendrá que morir. 30 Sin embargo, los familiares del muerto podrán aceptar un pago a modo de compensar por la pérdida de vida. El dueño del buey podrá salvar su vida pagando lo que se le exija. 31 »La misma ordenanza se aplica si el buey cornea a un muchacho o a una muchacha. Pero si el buey cornea a un esclavo, sea hombre o mujer, el dueño del animal pagará al dueño del esclavo treinta monedas de plata, y el buey morirá apedreado.
33 »Supongamos que alguien cava o destapa un pozo y, por no taparlo, un buey o un burro cae adentro. 34 El dueño del pozo compensará en forma total al dueño del animal pero podrá quedarse con el animal muerto. 35 »Si el buey de una persona cornea al buey de otra y el animal herido muere, entonces los dos dueños tendrán que vender el buey vivo y repartirse el dinero por partes iguales; también dividirán entre ellos el animal muerto. 36 Sin embargo, si el buey tenía fama de cornear y su dueño no lo mantenía bajo control, el dueño tendrá que pagar una compensación total —un buey vivo por el buey muerto— pero podrá quedarse con el animal muerto.

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26 de abril de 2015

Sinaí
Lectura para hoy:
Patriarcas y Profetas P. 308, 309

Escúchalo aquí. 

Durante su estada en el campamento, Jetro vio lo pesadas que eran las cargas que recaían sobre Moisés. Era una tarea tremenda la de mantener el orden y la disciplina entre aquella vasta multitud ignorante y sin experiencia. Moisés era su jefe y legislador reconocido, y atendía no sólo a los intereses y deberes generales del pueblo, sino también a las disputas que surgían entre ellos. Había estado haciéndolo porque le daba la oportunidad de instruirlos; o de declararles, como dijo, «las ordenanzas de Dios y sus leyes.» Pero Jetro objetó diciendo: «Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el negocio es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.»

Y aconsejó a Moisés que constituyera a personas capacitadas como «caporales sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta y sobre diez.» Debían ser «varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia.» Habrían de juzgar los asuntos de menor importancia, mientras que los casos más difíciles e importantes continuarían trayéndose a Moisés, quien iba a estar por el pueblo, «delante de Dios, y —dijo Jetro— somete tú los negocios a Dios. Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde anden, y lo que han de hacer.» Este consejo fue aceptado, y no sólo alivió a Moisés, sino que también estableció mejor orden entre el pueblo. El Señor había honrado grandemente a Moisés, y había hecho maravillas por su mano; pero el hecho de que había sido escogido para instruir a otros, no le indujo a creer que él mismo no necesitaba instrucción. El escogido caudillo de Israel escuchó de buena gana las amonestaciones del piadoso sacerdote de Madián, y adoptó su plan como una sabia disposición.

De Refidín, el pueblo continuó su viaje, siguiendo el movimiento de la columna de nube. Su itinerario los había conducido a través de estériles llanuras, escarpadas pendientes y desfiladeros rocosos. A menudo mientras atravesaban los arenosos desiertos, habían divisado ante ellos, como enormes baluartes, montes escabrosos que, levantándose directamente  frente a su camino, parecían impedirles el paso. Pero cuando se acercaban, aparecían salidas aquí y allá en la muralla de la montaña y otra llanura se presentaba ante su vista. Por uno de estos profundos y arenosos pasos iban ahora. Era una escena grandiosa e imponente. Entre los peñascos que se elevaban a centenares de pies a cada lado, fluía la corriente de las huestes de Israel con sus ganados y ovejas, como un torrente vivo que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Y entonces con solemne majestad, el monte Sinaí levantó ante ellos su maciza frente. La columna de nube se posé sobre su cumbre, y el pueblo levantó sus tiendas en la llanura. Allí habían de morar durante casi un año. De noche la columna de fuego les aseguraba la protección divina, y al amanecer mientras dormitaban todavía, el pan del cielo caía suavemente sobre el campamento.

El alba doraba las obscuras cumbres de las montañas y los áureos rayos solares que herían los profundos desfiladeros parecieron a aquellos cansados viajeros como rayos de gracia enviados desde el trono de Dios. Por todas partes, inmensas, y escabrosas alturas, en su solitaria grandeza parecían hablarles de la perpetuidad y la majestad eternas. Todos quedaron embargados por un sentimiento de solemnidad y santo respeto. Fueron constreñidos a reconocer su propia ignorancia y debilidad en presencia de Aquel que «pesó los montes con balanza, y con peso los collados.» (Isa. 40: 12.)

Allí Israel había de recibir la revelación más maravillosa que Dios haya dado jamás a los hombres. Allí el Señor reunió a su pueblo para hacerle presente la santidad de sus exigencias, para anunciar con su propia voz su santa ley. Cambios grandes y radicales se habían de efectuar en ellos; pues las influencias envilecedoras de la servidumbre y del largo contacto con la idolatría habían dejado su huella en sus costumbres y en su carácter. Dios estaba obrando para elevarlos a un nivel moral más alto, dándoles mayor conocimiento de sí mismo.

 

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 25 de abril 2015

God cares
Lectura para hoy:
Patriarcas y Profetas P. 306, 307

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Al sostener Aarón y Hur las manos de Moisés, mostraron al pueblo que su deber, era apoyarlo en su ardua labor mientras recibía las palabras de Dios para transmitírselas a ellos. Y lo que hizo Moisés también fue muy significativo, pues les demostró que su destino estaba en las manos de Dios; mientras el pueblo confiara en el Señor, él combatiría por ellos y dominaría a sus enemigos; pero cuando no se apoyaran en él, cuando confiaran en su propia fortaleza, entonces serían aun más débiles que los que no tenían el conocimiento de Dios, y sus enemigos triunfarían sobre ellos.

Como los hebreos triunfaban cuando Moisés elevaba las manos al cielo e intercedía por ellos, así también triunfará el Israel de Dios cuando mediante la fe se apoye en la fortaleza de su poderoso Ayudador. No obstante, el poder divino ha de combinarse con el esfuerzo humano. Moisés no creyó que Dios vencería a sus enemigos mientras Israel permaneciese inactivo. Mientras el gran jefe imploraba al Señor, Josué y sus valientes soldados estaban haciendo cuanto podían para rechazar a los enemigos de Israel y de Dios.

Después de la derrota de los amalecitas, Dios mandó a Moisés: «Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que del todo tengo de raer la memoria de Amalec de debajo del cielo.» Un poco antes de su muerte, el gran caudillo dio a su pueblo el solemne encargo: «Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino, cuando salisteis de Egipto: que te salió al camino, y te desbarató la retaguardia de todos los flacos que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no temió a Dios. . . . Raerás la memoria de Amalec de debajo del cielo: no te olvides.» (Deut. 25: 17-19.) Tocante a este pueblo impío declaró el Señor: «La mano de Amalec se levanta contra el trono de Jehová.» (Éxo. I7: 16, V.M.)

Los amalecitas no desconocían el carácter de Dios ni su soberanía, pero en vez de temerle, se habían empeñado en desafiar su poder. Las maravillas hechas por Moisés ante los egipcios fueron tema de burla para los amalecitas, y se mofaron de los temores de los pueblos circunvecinos. Habían jurado por sus dioses que destruirían a los hebreos de tal manera que ninguno escapase, y se jactaban de que el Dios de Israel sería impotente para resistirles. Los israelitas no les habían perjudicado ni amenazado. En ninguna forma habían provocado el ataque. Para manifestar su odio y su desafío a Dios, los amalecitas trataron de destruir al pueblo escogido.

Durante mucho tiempo habían sido pecadores arrogantes, y sus crímenes clamaban a Dios exigiendo venganza; sin embargo, su misericordia todavía los llamaba al arrepentimiento; pero cuando cayeron sobre las cansadas e indefensas filas de Israel, sellaron la suerte de su propia nación. El cuidado de Dios se manifiesta en favor de los más débiles de sus hijos. Ningún acto de crueldad u opresión hacia ellos se pasa por alto en el cielo. La mano de Dios se extiende como un escudo sobre todos los que le aman y temen; cuídense los hombres de no herir esa mano; porque ella blande la espada de la justicia.

No muy lejos del sitio donde los israelitas estaban entonces acampados se hallaba la casa de Jetro, el suegro de Moisés. Jetro había oído hablar de la liberación de los hebreos, y fue a visitarlos, para llevar a la presencia de Moisés su esposa y sus dos hijos. El gran jefe supo, mediante mensajeros, que su familia se acercaba y salió con regocijo a recibirla. Terminados los primeros saludos, la condujo a su tienda. Moisés había hecho regresar a su familia cuando iba a cumplir su peligrosa tarea de sacar a los israelitas de Egipto, pero ahora nuevamente podría gozar del alivio y el consuelo de su compañía. Relató a Jetro la manera en que Dios había obrado maravillosamente en favor de Israel, y el patriarca se regocijó y bendijo al Señor, y se unió a Moisés y a los ancianos para ofrecer sacrificios y celebrar una fiesta solemne en conmemoración de la misericordia de Dios.

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24 de abril 2015

Battle
Lectura para hoy:

Patriarcas y Profetas P. 302-305

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Al sexto día el pueblo recogió dos gomeres por persona. Los jefes inmediatamente hicieron saber a Moisés lo que había pasado. Su contestación fue: «Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo sábado, el reposo de Jehová: lo que hubierais de cocer, cocedlo hoy, y lo que hubierais de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana.» Así lo hicieron, y vieron que no se echó a perder. Y Moisés dijo: «Comedlo hoy, porque hoy es sábado de Jehová: hoy no hallaréis en el campo. En los seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es sábado, en el cual no se hallará.

Dios requiere que hoy su santo día se observe tan sagradamente como en el tiempo de Israel. El mandamiento que se dio a los hebreos debe ser considerado por todos los cristianos como una orden de parte de Dios para ellos. El día anterior al sábado debe ser un día de preparación a fin de que todo esté listo para sus horas sagradas. En ningún caso debemos permitir que nuestros propios negocios ocupen el tiempo sagrado. Dios ha mandado que se atienda a los que sufren y a los enfermos; el trabajo necesario para darles bienestar es una obra de misericordia, y no es una violación del sábado; pero todo trabajo innecesario debe evitarse. Muchos, por descuido, postergan hasta el principio del sábado cosas pequeñas que pudieron haberse hecho en el día de preparación. Tal cosa no debe ocurrir. El trabajo que no se hizo antes del principio del sábado debe quedar sin hacerse hasta que pase ese día. Este procedimiento fortalecería la memoria de los olvidadizos, y les ayudaría a realizar sus tareas en los seis días de trabajo.

Cada semana, durante su largo peregrinaje en el desierto, los israelitas presenciaron un triple milagro que debía inculcarles la santidad del sábado: cada sexto día caía doble cantidad de maná, nada caía el día séptimo, y la porción necesaria  para el sábado se conservaba dulce sin descomponerse, mientras que si se guardaba los otros días, se descomponía. En las circunstancias relacionadas con el envío del maná, tenemos evidencia conclusiva de que el sábado no fue instituido, como muchos alegan, cuando la ley se dio en el Sinaí. Antes de que los israelitas llegaran al Sinaí, comprendían perfectamente que tenían la obligación de guardar el sábado. Al tener que recoger cada viernes doble porción de maná en preparación para el sábado, día en que no caía, la naturaleza sagrada del día de descanso les era recordada de continuo. Y cuando parte del pueblo salió en sábado a recoger maná, el Señor preguntó: «¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes?»

«Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que entraron en la tierra habitada: maná comieron hasta que llegaron al término de la tierra de Canaán.» Durante cuarenta años se les recordó diariamente mediante esta milagrosa provisión, el infaltable cuidado y el tierno amor de Dios. Conforme a las palabras del salmista, Dios les dio «trigo del cielo; pan de ángeles comió el hombre» (Sal 78: 24, 25, V.M.); es decir, alimentos provistos para ellos por los ángeles. Sostenidos por el «trigo del cielo,» recibían diariamente la lección de que, teniendo la promesa de Dios, estaban tan seguros contra la necesidad como si estuviesen rodeados de los trigales de las fértiles llanuras de Canaán. El maná que caía del cielo para el sustento de Israel era un símbolo de Aquel que vino de Dios a dar vida al mundo. Dijo Jesús: «Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos. Este es el pan que desciende del cielo . . . . Si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.» (Juan 6: 48- 51) Y entre las bendiciones prometidas al pueblo de Dios para la vida futura, se escribió: «Al que venciere, daré a comer del maná escondido.» (Apoc. 2: 17.)

Después de salir del desierto de Sin, los israelitas acamparon en Refidín. Allí no había agua, y de nuevo desconfiaron de la providencia de Dios. En su ceguedad y presunción el pueblo fue a Moisés con la exigencia: «Danos agua que bebamos.» Pero Moisés no perdió la paciencia. «¿Por qué altercáis conmigo? ¿por qué tentáis a Jehová?» Ellos exclamaron airados: «¿Por qué nos hiciste subir de Egipto, para matarnos de sed a nosotros, y a nuestros hijos, y a nuestros ganados?»

Cuando se los había abastecido abundantemente de alimentos, recordaron con vergüenza su incredulidad y sus murmuraciones, y prometieron que en el futuro confiarían en el Señor; pero pronto olvidaron su promesa, y fracasaron en la primera prueba de su fe. La columna de nube que los dirigía, parecía esconder un terrible misterio. Y Moisés, ¿quién era él? preguntaban, ¿y cuál sería su objeto al sacarlos de Egipto? La sospecha y la desconfianza llenaron sus corazones, y osadamente le acusaron de proyectar matarlos a ellos y a sus hijos mediante privaciones y penurias, con el objeto de enriquecerse con los bienes de ellos. En la confusión de la ira y la indignación que los dominó, estuvieron a punto de apedrear a Moisés.

Angustiado, Moisés clamó al Señor: «¿Qué haré con este pueblo?» Se le dijo que, llevando la vara con que había hecho milagros en Egipto, y acompañado de los ancianos, se presentara ante el pueblo. Y el Señor le dijo: «He aquí que yo estoy delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y herirás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo.» Moisés obedeció y brotaron las aguas en una corriente viva que proporcionó agua en abundancia a todo el campamento. En vez de mandar a Moisés que levantara su vara para traer sobre los promotores de aquella inicua murmuración alguna terrible plaga como las de Egipto, el Señor, en su gran misericordia, usó la vara como instrumento de liberación.

«Hendió las peñas en el desierto: y dióles a beber como de grandes abismos; pues sacó de la peña corrientes, e hizo descender aguas como ríos.» (Sal. 78:15,16.) Moisés hirió la peña, pero fue el Hijo de Dios, el que, escondido en la columna de nube, estaba junto a Moisés e hizo brotar las vivificadoras corrientes de agua. No sólo Moisés y los ancianos, sino también toda la multitud que estaba de pie a lo lejos, presenciaron la gloria del Señor; pero si se hubiese apartado la columna de nube, habrían perecido a causa del terrible fulgor de Aquel que estaba en ella.

La sed llevó al pueblo a tentar a Dios, diciendo: «¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?» Si el Señor nos ha traído aquí, ¿por qué no nos da el agua como nos da el pan? Al manifestarse de esa manera, aquélla era una incredulidad criminal, y Moisés temió que los juicios de Dios cayeran sobre el pueblo. Y como recuerdo de ese pecado llamó a aquel sitio: Masa, «tentación;» y Meriba, «rencilla.» Un nuevo peligro los amenazaba ahora. A causa de su murmuración contra el Señor, él permitió que fuesen atacados por sus enemigos. Los amalecitas, tribu feroz y guerrera que habitaba aquella región, salió contra ellos, y atacó a los que, desfallecidos y cansados, habían quedado rezagados. Moisés, sabiendo que la masa del pueblo no estaba preparada para la batalla, mandó a Josué que escogiera de entre las diferentes tribus un cuerpo de soldados, y que al día siguiente los capitaneara contra el enemigo, mientras él mismo estaría en una altura cercana con la vara de Dios en la mano.

Al siguiente día Josué y su compañía atacaron al enemigo, mientras Moisés, Aarón y Hur se situaron en una colina que dominaba el campo de batalla. Con los brazos extendidos hacia el cielo, y con la vara de Dios en su diestra, Moisés oró por el éxito de los ejércitos de Israel. Mientras proseguía la batalla, se notó que siempre que sus manos estaban levantadas, Israel triunfaba; pero cuando las bajaba, el enemigo prevalecía. Cuando Moisés se fatigó, Aarón y Hur sostuvieron sus manos hasta que, al ponerse el sol, el enemigo huyó.

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23 DE ABRIL DE 2015

preocupación
Lectura para hoy:
Patriarcas y Profetas P. 298-301

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El Señor les había prometido ser su Dios, hacerlos su pueblo, y guiarlos a una tierra grande y buena; pero siempre estaban dispuestos a desmayar, ante cada obstáculo que encontraban en su marcha hacia aquel lugar. De manera maravillosa los había librado de su esclavitud de Egipto, para elevarlos y ennoblecerlos, y hacerlos objeto de alabanza en la tierra. Pero era necesario que ellos hicieran frente a dificultades y que soportaran privaciones.

Dios estaba elevándolos del estado de degradación, y preparándolos para ocupar un puesto honorable en el concierto de las naciones, a fin de encomendarles importantes cometidos sagrados. Si en vista de todo lo que había hecho por ellos, hubiesen tenido fe en él, habrían soportado alegremente las incomodidades, privaciones y hasta los verdaderos sufrimientos; pero no estaban dispuestos a confiar en Dios más allá de lo que podían presenciar en las continuas evidencias de su poder. Olvidaron su amarga servidumbre en Egipto. Olvidaron las bondades y el poder que Dios había manifestado en su favor al liberarlos de la esclavitud. Olvidaron cómo sus hijos se habían salvado cuando el ángel exterminador dio muerte a todos los primogénitos de Egipto. Olvidaron la gran demostración del poder divino en el mar Rojo. Olvidaron que mientras ellos habían cruzado con felicidad el sendero abierto especialmente para ellos, los ejércitos enemigos, al intentar perseguirlos, se habían hundido en las aguas del mar. Veían y sentían tan sólo las incomodidades y pruebas que estaban soportando, y en lugar de decir: «Dios ha hecho grandes cosas con nosotros, ya que habiendo sido esclavos, nos hace una nación grande,» hablaban de las durezas del camino, y se preguntaban cuándo terminaría su tedioso peregrinaje.

La historia de la vida de Israel en el desierto fue escrita para beneficio del Israel de Dios hasta el fin del tiempo. El relato de cómo trató Dios a los peregrinos en todas sus idas y venidas por el desierto, en su exposición al hambre, a la sed y al cansancio, y en las destacadas manifestaciones de su poder para aliviarlos, está lleno de advertencias e instrucciones para su pueblo de todas las edades. Las variadas experiencias de los hebreos eran una escuela destinada a prepararlos para su prometido hogar en Canaán. Dios quiere que su pueblo de estos días repase con corazón humilde y espíritu dócil las pruebas a través de las cuales el Israel antiguo tuvo que pasar, para que le ayuden en su preparación para la Canaán celestial.

Muchos recuerdan a los israelitas de antaño, y se maravillan de su incredulidad y murmuración, creyendo que ellos no habrían sido tan ingratos; pero cuando se prueba su fe, aun en las menores dificultades, no manifiestan más fe o paciencia que los antiguos israelitas. Cuando se los coloca en situaciones estrechas, murmuran contra los medios que Dios eligió para purificarlos. Aunque se suplan sus necesidades presentes, muchos se niegan a confiar en Dios para el futuro, y viven en constante ansiedad por temor a que los alcance la pobreza, y que sus hijos tengan que sufrir a causa de ellos. Algunos están siempre en espera del mal, o agrandan de tal manera las dificultades que realmente existen, que sus ojos se incapacitan para ver las muchas bendiciones que demandan su gratitud. Los obstáculos que encuentran, en vez de guiarlos a buscar la ayuda de Dios, única fuente de fortaleza, los separan de él, porque despiertan inquietud y quejas.

¿Hacemos bien en ser tan incrédulos? ¿Por qué hemos de ser ingratos y desconfiados? Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al Santo Espíritu de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad que nos irrita y desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las pruebas. No debe darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos lleva a hacer de la preparación para las necesidades futuras el objeto principal de la vida, como si nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales. No es voluntad de Dios que su pueblo esté cargado de preocupaciones. Pero nuestro Señor no nos dice que no habrá peligros en nuestro camino. No es su propósito sacar a su pueblo del mundo de pecado e iniquidad, sino que nos señala un refugio siempre seguro. Invita a los cansados y agobiados: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar. » (Mat. 11: 28.) Deponed el yugo de la ansiedad y de los cuidados mundanales que habéis colocado sobre vuestra cabeza, y «llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. » (Vers. 29.) Podemos encontrar descanso y paz en Dios, echando toda nuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de nosotros. (1 Ped 5: 7)

Dice el apóstol Pablo: «Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo. » (Heb 3: 12.) En vista de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, nuestra fe debiera ser fuerte, activa y duradera. En vez de murmurar y quejarnos, el lenguaje de nuestros corazones debiera ser: «Bendice, alma mía, a Jehová; y bendigan todas mis entrañas su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. » (Sal. 1O3:1,2.) Dios no había olvidado las necesidades de Israel. Dijo a Moisés: «He aquí yo os haré llover pan del cielo.» Y mandó al pueblo recoger una provisión diaria, y doble cantidad el día sexto, para que se cumpliese la observancia sagrada del sábado.

Moisés aseguró a la congregación que sus necesidades serían satisfechas: «Jehová os dará a la tarde carne para comer, y a la mañana pan en hartura, por cuanto Jehová ha oído vuestras murmuraciones.» Y agregó: «Nosotros, ¿qué somos? vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová. «Además le mandó a Aarón que les dijera: «Acercaos a la presencia de Jehová; que él ha oído vuestras murmuraciones. «Mientras Aarón hablaba, «miraron hacia el desierto, y he  aquí la gloria de Jehová, que apareció en la nube.» Un resplandor que nunca antes habían visto simbolizaba la divina presencia. Mediante manifestaciones dirigidas a sus sentidos, iban a obtener un conocimiento de Dios. A fin de que obedecieran a su voz y temieran su nombre, se les iba a enseñar que el Altísimo era su jefe, y no meramente Moisés, que era un hombre.

Al caer la noche, todo el campamento estuvo rodeado de enormes bandadas de codornices, suficientes para suplir las demandas de toda la multitud. Y por la mañana «he aquí sobre la haz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una helada sobre la tierra.» «Y era como simiente de culantro, blanco.» El pueblo lo llamó maná. Moisés dijo: Este «es el pan que Jehová os da para comer.» El pueblo recogió el maná, y encontraron que había abundante provisión para todos. «Molían en molinos, o majaban en morteros, y lo cocían en caldera, o hacían de él tortas;» y era «su sabor como de hojuelas con miel. » (Núm. 11: 8.) Se les ordenó recoger diariamente un gomer para cada persona; y de él no habían de dejar nada para el otro día. Algunos trataron de guardar una provisión para el día siguiente, pero hallaron entonces que ya no era bueno para comer. La provisión para el día debía juntarse por la mañana; pues todo lo que permanecía en el suelo era derretido por el sol.

Al recoger el maná, algunos llevaban más y otros menos de la cantidad indicada; pero «medíanlo por gomer, y no sobraba al que había recogido mucho, ni faltaba al que había recogido poco. Una explicación de estas palabras, así como también la lección práctica que se deriva de ellas, la da el apóstol Pablo en su segunda epístola a los corintios. Dice: «Porque no digo esto para que haya para otros desahogo, y para vosotros apretura; sino para que en este tiempo, con igualdad, vuestra abundancia supla la falta de ellos, para que también la abundancia de ellos supla vuestra falta, para que haya igualdad; como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más; y el que poco, no tuvo menos.» (2 Cor. 8: 13-15)

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22 DE ABRIL DE 2015

Horses
Lectura para hoy:
Éxodo 19: 1, 2
Patriarcas y Profetas P. 296, 297

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Éxodo 19: 1, 2 (RVR1960) – Israel en Sinaí
En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte.

Patriarcas y Profetas P. 296, 297

Capítulo 26 – Del Mar Rojo al Sinaí
Desde el mar Rojo, las huestes de Israel reanudaron la marcha guiadas otra, vez por la columna de nube. El panorama que los rodeaba era de lo más lúgubre: estériles y desoladas montañas, áridas llanuras, y el mar que se extendía a lo lejos, con sus riberas cubiertas de los cuerpos de sus enemigos. No obstante, estaban llenos de regocijo porque se sabían libres, y todo pensamiento de descontento se había acallado.

Pero durante tres días de marcha no pudieron encontrar agua. La provisión que habían traído estaba agotada. No había nada que apagara la sed abrasadora mientras avanzaban lenta y penosamente a través de las llanuras calcinadas por el sol. Moisés, que conocía esa región, sabía lo que los demás ignoraban, que en Mara, el lugar más cercano donde hallarían fuentes, el agua no era apta para beber. Con gran ansiedad observaba la nube guiadora. Con el corazón desfalleciente oyó el regocijado grito: «¡Agua, agua!» que resonaba por todas las filas. Los hombres, las mujeres y los niños con alegre prisa se agolparon alrededor de la fuente, cuando, he aquí, un grito de angustia salió de la hueste. El agua era amarga.

En su horror y desesperación reprocharon a Moisés por haberlos dirigido por ese camino, sin recordar que la divina presencia, mediante aquella misteriosa nube, era quien los había estado guiando tanto a él como a ellos mismos. En su tristeza por la desesperación del pueblo, Moisés hizo lo que ellos se habían olvidado de hacer; imploró fervorosamente la ayuda de Dios. «Y Jehová le mostró un árbol, el cual metídolo que hubo dentro de las aguas, las aguas se endulzaron.» (Éxo. I5: 25.) Allí se le prometió a Israel por medio de Moisés: «Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los Egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu Sanador.» (Vers. 26.)

De Mara el pueblo se encaminó hacia Elim, «donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmas.» (Vers. 27) Allí permanecieron varios días antes de internarse en el desierto de Sin. Cuando hacía un mes que estaban ausentes de Egipto, establecieron su primer campamento en el desierto. Sus provisiones alimenticias se estaban agotando. Había escasez de hierba en el desierto, y sus rebaños comenzaban a disminuir. ¿Cómo podía suministrarse alimento a esta enorme multitud? Las dudas se apoderaron de sus corazones, y otra vez murmuraron. Hasta los jefes y ancianos del pueblo se unieron para quejarse contra los caudillos señalados por Dios: «Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de las carnes, cuando comíamos pan en hartura; pues nos habéis sacado a este desierto, para matar de hambre a toda esta multitud.» (Véase Éxodo 16-18.)

Hasta entonces no habían sufrido de hambre; sus necesidades habían sido suplidas, pero temían por el futuro. No podían concebir cómo esta enorme multitud podría subsistir en su viaje por el desierto, y en su imaginación veían a sus hijos muriendo de hambre. El Señor permitió que se vieran cercados de dificultades, y que sus provisiones alimenticias disminuyeran, para que sus corazones se dirigieran hacia el que hasta entonces había sido su Libertador. Si en su necesidad clamaban a él, todavía les otorgaría señales manifiestas de su amor y cuidado. Les había prometido que si obedecían sus mandamientos, ninguna enfermedad los afligiría, y fue una pecaminosa incredulidad el suponer que ellos o sus hijos pudiesen morir de hambre.

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21 de abril 2015

Agua
Lectura para hoy:

Éxodo 17, 18

Escúchalo aquí

Éxodo 17 (NTV) – Agua de la roca
1 Por orden del Señor, toda la comunidad de Israel partió del desierto de Sin y anduvo de un lugar a otro. Finalmente acamparon en Refidim, pero allí no había agua para que el pueblo bebiera. 2 Así que el pueblo volvió a quejarse contra Moisés:
—¡Danos agua para beber! —reclamaron.
—¡Cállense! —respondió Moisés—. ¿Por qué se quejan contra mí? ¿Por qué ponen a prueba al Señor?
3 Pero ellos, atormentados por la sed, siguieron discutiendo con Moisés:
—¿Por qué nos sacaste de Egipto? ¿Quieres matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros animales?
4 Entonces Moisés clamó al Señor:
—¿Qué hago con este pueblo? ¡Están a punto de apedrearme!
5 El Señor le dijo a Moisés:
—Pasa por delante del pueblo; toma tu vara, la que usaste para golpear las aguas del Nilo, y llama a algunos ancianos de Israel para que te acompañen. 6 Yo me pararé frente a ti sobre la roca, en el monte Sinaí. Golpea la roca, y saldrá agua a chorros. Entonces el pueblo podrá beber.
6 Así que Moisés golpeó la roca como se le indicó, y el agua brotó a chorros a la vista de los ancianos. 7 Entonces Moisés llamó a aquel lugar Masá (que significa «prueba») y Meriba (que significa «discusión»), porque el pueblo de Israel discutió con Moisés y puso a prueba al Señor diciendo: «¿Está o no el Señor aquí con nosotros?».

Israel derrota a los amalecitas
8 Mientras el pueblo de Israel aún se encontraba en Refidim, los guerreros de Amalec lo atacaron. 9 Así que Moisés le ordenó a Josué: «Escoge a algunos hombres para salir a pelear contra el ejército de Amalec. Mañana yo estaré en la cima de la colina sosteniendo la vara de Dios en mi mano». 10 Josué hizo lo que Moisés le ordenó y peleó contra el ejército de Amalec.

Entretanto Moisés, Aarón y Hur subieron a la cima de una colina cercana. 11 Mientras Moisés sostenía en alto la vara en su mano, los israelitas vencían; pero, cuando él bajaba la mano, dominaban los amalecitas. 12 Pronto se le cansaron tanto los brazos que ya no podía sostenerlos en alto. Así que Aarón y Hur le pusieron una piedra a Moisés para que se sentara. Luego se pararon a cada lado de Moisés y le sostuvieron las manos en alto. Así sus manos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. 13 Como resultado, Josué aplastó al ejército de Amalec en la batalla. 14 Después de la victoria, el Señor dio a Moisés las siguientes instrucciones: «Escribe esto en un rollo para que sea un recuerdo perpetuo, y léelo en voz alta a Josué: “Yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo”». 15 Entonces Moisés edificó un altar en ese lugar y lo llamó Yahveh-nisi (que significa «el Señor es mi estandarte»). 16 Dijo: «Por cuanto han levantado su puño contra el trono del Señor, ahora el Señor estará en guerra con Amalec de generación en generación».

Éxodo 18 (NTV) – Jetro visita a Moisés
1 Jetro, el suegro de Moisés y sacerdote de Madián, se enteró de todo lo que Dios había hecho por Moisés y por su pueblo, los israelitas; y oyó particularmente cómo el Señor los había sacado de Egipto. 2 Anteriormente, Moisés había enviado a su esposa Séfora y a sus dos hijos de regreso a casa de Jetro, y él los había hospedado. 3 (El primer hijo de Moisés se llamaba Gersón, porque cuando el niño nació, Moisés dijo: «He sido un extranjero en tierra extraña». 4 A su segundo hijo lo llamó Eliezer, porque dijo: «El Dios de mis antepasados me ayudó y me rescató de la espada del faraón»). 5 Así que Jetro, el suegro de Moisés, fue a visitarlo al desierto y llevó consigo a la esposa y a los dos hijos de Moisés. Llegaron cuando Moisés y el pueblo acampaban cerca del monte de Dios. 6 Jetro le había enviado un mensaje a Moisés para avisarle: «Yo, tu suegro, Jetro, vengo a verte, junto con tu esposa y tus dos hijos». 7 Entonces Moisés salió a recibir a su suegro. Se inclinó ante él y le dio un beso. Luego de preguntarse el uno al otro cómo les iba, entraron en la carpa de Moisés. 8 Moisés le contó a su suegro todo lo que el Señor les había hecho al faraón y a los egipcios a favor de Israel. También le habló de todas las privaciones que habían sufrido a lo largo del camino y de cómo el Señor había librado a su pueblo de las dificultades. 9 Jetro se alegró mucho al oír de todo el bien que el Señor había hecho por Israel al rescatarlo de las manos de los egipcios.

10 «¡Alabado sea el Señor! —exclamó Jetro—. Pues los rescató de los egipcios y del faraón. ¡Así es, rescató a Israel del poder de Egipto! 11 Ahora sé que el Señor es más grande que todos los demás dioses, porque rescató a su pueblo de la opresión de los egipcios arrogantes». 12 Luego Jetro, el suegro de Moisés, presentó una ofrenda quemada y sacrificios ante Dios. Aarón y todos los ancianos de Israel lo acompañaron a comer lo que fue ofrecido en sacrificio en presencia de Dios.

Consejo sabio de Jetro
13 Al día siguiente, Moisés se sentó para oír los pleitos que los israelitas tenían unos con otros. Y el pueblo esperó a ser atendido delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde. 14 Cuando el suegro de Moisés vio todo lo que él hacía por el pueblo, le preguntó:
—¿Qué logras en realidad sentado aquí? ¿Por qué te esfuerzas en hacer todo el trabajo tú solo, mientras que el pueblo está de pie a tu alrededor desde la mañana hasta la tarde?
15 Moisés contestó:
—Porque el pueblo acude a mí en busca de resoluciones de parte de Dios. 16 Cuando les surge un desacuerdo, ellos acuden a mí, y yo soy quien resuelve los casos entre los que están en conflicto. Mantengo al pueblo informado de los decretos de Dios y les transmito sus instrucciones.
17 —¡No está bien lo que haces! —exclamó el suegro de Moisés—. 18 Así acabarás agotado y también se agotará el pueblo. Esta tarea es una carga demasiado pesada para una sola persona. 19 Ahora escúchame y déjame darte un consejo, y que Dios esté contigo. Tú debes seguir siendo el representante del pueblo ante Dios, presentándole los conflictos. 20 Enséñales los decretos de Dios; transmíteles sus instrucciones; muéstrales cómo comportarse en la vida. 21 Sin embargo, elige, de entre todo el pueblo, a algunos hombres con capacidad y honestidad, temerosos de Dios y que odien el soborno. Nómbralos jefes de grupos de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas. 22 Ellos tendrán que estar siempre disponibles para resolver los conflictos sencillos que surgen entre el pueblo, pero los casos más graves te los traerán a ti. Deja que los jefes juzguen los asuntos de menor importancia. Ellos te ayudarán a llevar la carga, para que la tarea te resulte más fácil. 23 Si sigues este consejo, y si Dios así te lo ordena, serás capaz de soportar las presiones, y la gente regresará a su casa en paz.

24 Moisés escuchó el consejo de su suegro y siguió sus recomendaciones. 25 Eligió hombres capaces de entre todo Israel y los nombró jefes del pueblo. Los puso a cargo de grupos de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas. 26 Estos hombres estaban siempre disponibles para resolver los conflictos sencillos de la gente. Los casos más graves los remitían a Moisés, pero ellos mismos se encargaban de los asuntos de menor importancia. 27 Poco tiempo después, Moisés se despidió de su suegro, quien regresó a su propia tierra.

Foto: http://bit.ly/1EklgHI